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Mary Cejudo

Aquí una opinión

Mary Cejudo

Regalos valiosos

Las asociaciones, como para la que trabajo de voluntaria, prohíben, razonablemente, aceptar regalos. Pero, por una vez, he sido desobediente. Y el obsequio luce más que esplendoroso en la sala de mi casa: una pequeña cartulina violeta con dos agujeros en forma de estrella de los que pende un cordón brillante formando una lazada y que termina en la palabra «Mary». Bien subrayado, con sus correspondientes signos de admiración. El texto del interior, que trasmite la misma sensibilidad en su forma, dice «La chica del moño (aquí, un dibujito, por si no lo recuerdo) te da las súper gracias por el trato que me has dado, por hacerme reír y por dejarme leer esos maravillosos relatos».

No sé quién puede haberme enviado semejante tesoro porque, además de mi habitual despiste para rostros y nombres, son muchas las personas que atendemos en los hospitales y en la sede con los servicios gratuitos de fisio/social/psicología. Pero imagino a alguien que, en el caso de la oficina, llegó, tocó el timbre, me dijo a lo que iba y yo avisé a la compañera con alguna frase cariñosa del tipo «ha llegado una chica, con un precioso moño, a la que citaste a esta hora» o, imagino también, que, si fue en hospitales, habré charlado con ella, haciendo el payaso para atraer su sonrisa, porque la ocasión así lo requería o con mucha seriedad, que son la mayoría, cuando el momento así lo pide, guiándome por aquel sabio consejo de un búho «cuanto más veas, menos hables porque cuanto menos hables, más escucharás». Y los libros a los que hace referencia serán del magnífico Certamen de Relatos Breves que, anualmente, edita el Área de Igualdad del Ayuntamiento de Santa Cruz y de los que, generosamente, nos facilitan un montón de ejemplares para nosotras repartir.

Cualquiera, con un fisco de intuición, percibe cómo todos hemos cambiado en estos últimos años de penurias cercanas y lejanas, convencidos de no merecer semejante distorsión en nuestras tranquilas vidas que nos obliga a esforzarnos para cualquier actividad (no lúdica) y tan lejos de aquellas coloridas imágenes del mundo que deseábamos, del mundo con el que soñábamos, de ese mundo con el que estamos, ahora, tan enfadados.

Por ello, gestos como este inmenso regalo de una tarjeta pueden felicitarte el día. Y suelen provenir de espíritus que son como magos: cambian la realidad hacia mejor, unos valientes que pelean contra lo inexplicable escribiendo tarjetas de agradecimiento que son tan bienvenidas, por necesarias, a la parcela vital de cada uno de nosotros porque te permiten hacerle un corte de mangas a tus miedos y que recuperes parte de una fuerza que, decididamente, te hace más fácil este complicado camino por el que nos deslizamos temerosamente.

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