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José María Lizundia

De la zarza del Sinaí a la plaga contra la mujer

Le oí a un amigo algo que nunca había escuchado, que el sol ha entrado en una fase de mayor actividad y expansividad hasta no sé qué año, y que tenía alguna repercusión en la Tierra. Es una hipótesis verosímil teniendo en cuenta que la Tierra no está en una urna o burbuja de aislamiento, y que pertenece a un sistema que además se llama solar; quizá haya interacciones como con las estaciones. Si uno dice esto de manera asertiva sería tratado de una de las condiciones más infamantes que puede imputarse (al margen de ser de VOX), la de negacionista.

Los ministros con esa sola palabra, «negacionista», referido a cualquier actuación de la oposición –es una de sus expresiones comodín–, comprimen su esfuerzo argumentativo prescindiendo casi de la sintaxis. Cuando en realidad el origen del término negacionista surgió entre los que negaban la Shoa nazi.

Uno sin ser negacionista, propende más al negativismo en general, como negativista era Adorno (Escuela de Frankfurt) defendiendo el arte contemporáneo, música mayormente; el arte contemporáneo no era asumible porque no tenía una intelección prevista. Los defensores más radicales del cambio climático no paran de ampliar su virtualidad, no manejan ni suposiciones ni hipótesis, todo es axioma científico. Antes de gozar de sus semanas de vacaciones el presidente Sánchez desde el monte ya bien quemado, atribuyó rotundo los incendios al cambio climático sin menudencias humanas. Como la zarza del Sinaí se le reveló a Moisés. No en vano el gobierno está comprometido con las grandes causas y cuanto mayores y más épicas lo sean mejor, erradicación del machismo y los sexos (¡sí, también!), las energías renovables y no la prosaica energía a secas, la alimentación y la luz, el ecologismo invasivo, vestimenta, pero bastantes incendios después, ya no hubo más remedio, y pruebas para que se empezase a hablar de activos pirómanos, tan decepcionante por ordinario y extra agenda providencial.

En cambio nadie habla del afirmacionismo de sexo. Quien niegue, acote, limite, condicione finalmente el dogma científico-político-moral del cambio climático, aun reconociendo ciertas bases científicas, será un abominable y perseguible negacionista. Pero quien cree un verdadero clima muy turbulento de agresión generalizada (masculina) de pinchazos contra las mujeres, sin una sola prueba, una vez al menos un mosquito (probado), sería un afirmacionista y cabría meterlo en la agenda del machismo a fumigar, ya como plaga contra la mujer.

Los pinchazos machistas (hombres en general) sin un solo resultado y mínima objetividad son una oportunista campaña ideológica y ficcional propaganda bruta. No hay tiempo para la gestión del presente, sino para agendas celestiales de redención. Verano religioso.

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