Nos estamos metiendo en un círculo vicioso, en el que justificamos lo imposible o criticamos lo incuestionable.
En la mesa de la negociación colectiva no encontramos con que, al parecer, nadie pide a las empresas más de lo que es justo. Además, si no lo podemos absorber en estos momentos, nos ofrecen ir incorporando el aumento del IPC en los sueldos en tres años.
Ni la productividad nos lo permite, ni la competitividad nos aconseja asumir costes futuros. No tenemos las famosas palancas del F.C. Barcelona, y todo lo que asumamos hay que pagarlo.
Los beneficios empresariales no han vuelto a recuperarse después de las crisis continuadas que hemos padecido. Sin la plena incorporación del IPC en los costes laborales, el peso de los beneficios empresariales en el PIB se ha desplomado mientras que el peso de las rentas salarias ha subido de manera significativa.
La inflación es el mayor riesgo de la economía actual. No nos engañemos. Cualquier subida salarial aparejada al IPC es la base mínima para la próxima negociación colectiva.
¿Acaso han visto bajar los salarios cuando hemos tenido IPC negativo?
No somos productivos y ese es el mayor peligro estratégico que tenemos como País.
Para ser competitivos y poder salir al mercado internacional con productos y servicios competitivos, tenemos que partir de una productividad fuerte y sostenible.
No hay subvención, autarquía o reserva de mercado que posibilite la recuperación de la economía ni cuadre el déficit público con abundantes recaudaciones o genere suficiente riqueza para conseguir una cohesión social justa y duradera.
