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CRÍTICA

De Coco Chanel a Coco-cinera

«Lo que a algunos les podría parecer una vida de película, para mí es lo más normal del mundo». Un debate sobre qué es normal o no a día de hoy daría lugar a una extensísima y soporífera conversación que no llegaría a buen puerto y, sin embargo, esta es la frase con la que Tamara Falcó da comienzo a su propio docu-reality de la mano de Netflix, La Marquesa.

Una afirmación que es todo un aviso para navegantes y críticos manidos con que la Marquesa de Griñón, ganadora de Masterchef Celebrity, icono de la moda y colaboradora de televisión advierte: esto es lo que hay. Sin filtros, desprejuiciada y rematadamente rica. Así es Tami, como la llaman sus amigas.

En un intento de hacer sombra al pelotazo que supuso el reality de Georgina Rodríguez, la «chiquitina» de Isabel Preysler hace uso de su serie documental para mostrarle a más de 191 países cómo es su ostentosa vida, y prueba de ello son los viajes que se pega la celebrity a París y Nueva York, entre otros lujos, con el objetivo de encontrar lo mejor para el levantamiento del restaurante efímero que la joven quiere poner en marcha en el Palacio del Rincón, joya inmobiliaria que ha heredado tras el fallecimiento de su padre.

Tamara Falcó, sin querer pero queriendo, hace que quienes veamos este reality naveguemos en una vida abrumadora que no deja algunas conclusiones. Por un lado, el hecho de que presenciar las vanidades de las altas esferas, la opulencia y pompa diaria a la que están acostumbrados hace que tenga ganas de seguir siendo pobre. Mostrarse todo el día perfecto para alcanzar lo que se pide en estas esferas debe de ser un auténtico coñazo. Y, por otro lado, La Marquesa vuelve a poner de manifiesto que Tami es droga dura. La chef es hipnótica, adictiva, magnética y atrayente.

Tamara se basta por sí misma y solo le opaca la reina de corazones, Isabel Preysler, a quien la plataforma audiovisual debería proponerle también ser su próxima estrella porque toda ella es un enigma que resulta imposible descifrar.

Tamara Falcó no descubre ni ofrece nada nuevo a lo largo de los seis episodios que conforman La Marquesa, más allá de unos amigos ciertamente pelotas y de lo que ya se sabe, porque también es reveladoramente transparente. Sin embargo, este baño de narcisismo que es el programa de la cocinera que ha dejado el aroma de Chanel por los fogones es algo que no sabíamos que necesitábamos, pero que no podemos obviar dentro del catálogo de Netflix.

Tamara engancha y quizás también enamora. Por lo tanto, el objetivo está cumplido.

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