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Rafael Dorta

Crónicas de la Revo-ilusión

Rafael Dorta

Verano cuántico

Al sur de la guerra todo parece nuevo y viejo. Si la economía es un estado de ánimo, puedo asegurar que la distancia entre la playa y el apartamento se traza con el arco de una sonrisa nostálgica. El sol del turismo vence cualquier sombra de duda sobre el deseo irrefrenable de visitar otros mundos, sin abandonar el nuestro. Sabedores de que el tiempo no es lineal, y que, por tanto, las eléctricas y los bancos también lloran, nos hemos acostumbrado a considerar la existencia de realidades alternativas. Y si este verano que sudamos como si fuera el último, transcurriese en algún pasado o futuro de cualquier universo paralelo, tampoco nos extrañaría, después de ver a Macron humillarse ante un jeque asesino. Necesidad obliga así que pido una cerveza y me imagino que soy un átomo buceando en su profundidad líquida, siempre muy por debajo de la espuma política que se teletransporta a través de agujeros de gusano mediáticos. No tengo derecho a quejarme por la inflación inflada, porque esto ocurre en varios sitios al mismo tiempo y, a la vez, en ninguno, dada la relatividad del concepto precio y de mi propia percepción subjetiva. En la movida cuántica, las posibilidades son infinitamente imprevisibles, según el principio de incertidumbre que duda hasta de sí mismo. Y en el horizonte de sucesos, se asoma el próximo otoño caliente al que seguiría un primanvierno que alterará el orden de las estaciones. Estamos hechos de polvo de estrellas, incluso Camaleón Sánchez, que es capaz de decir si y no, y absorber el galleguismo de ese ser enigmático con pinta de vulcaniano apellidado Feijóo. Pronto tendremos ordenadores cuánticos que organizarán la información para que podamos dedicarnos a vegetar como zombies recostados en tumbonas. Pido otra cerveza y pienso que debo aprender algo de ruso y chino. Adaptarse o morir.

dorta@brandwithme.com

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