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Fracaso ecologista

Recientemente se ha presentado públicamente el Circuito del Motor en Tenerife, por cierto, no es la primera vez, llevamos décadas oyendo promesas incumplidas, como la puesta de la primera piedra, que en su día se quedó en eso y plasmado en una fotografía histórica, que pasará a la leyenda, como la demostración política de la demagogia y de la vergüenza, que ha caracterizado el quehacer público en nuestra isla. Ahora, parece que por fin se va en serio y se ponen las bases consistentes de un proyecto que tiene que llegar a buen término. Se ha dado el empujón que necesitaba, para que ya no lo pare nadie.

No vamos a referirnos a sus ventajas, pero sí a lo sucedido en ese día tan ilusionante. Frente a más de cinco mil personas, como mínimo, que estaban dentro y fuera del Auditorio, contentos, alegres, optimistas, esperanzados, animados y encantados, se apostaron en la acera de enfrente, los noístas de siempre, puros activistas profesionales que, a base de pitos, tambores, banderas y alguna pancarta ofensiva que, por cierto, retiraron pronto o se la obligaron a quitar, chillaban desgañitados contra la multitud, en muchos casos con insultos. No llegaban a la centena o quizás la superarían en muy poco, las fotografías lo corroboran ciertamente y eso que fueron convocados por doce organizaciones ecologistas. Se ve que cada una, no pudo aportar sino un promedio de diez personas, lo que significa su nula capacidad de convocatoria y la minoría minoritaria que representan. Fue espectacular, por su educación y buen estar, el comportamiento de los miles de aficionados al mundo del motor que, frente a las provocaciones, les mostraron la más absoluta indiferencia y rechazo total, a los que allí se erigían como los únicos defensores del territorio insular. Por cierto, nadie sabe de donde sacan esa legitimidad que dicen representar. Ellos mismos se creen, sin vacilación, salvadores de la humanidad, ¡angelitos!

El noísta, que no olvidemos que es un ecologista peculiar, altanero y sabiondo, que dice NO a todo tipo de ejecución de obra pública o privada en Tenerife, parando su progreso, son mayoritariamente funcionarios en activo, en excedencia o jubilados, que se reúnen semanalmente en cenáculos, para debatir de lo más sublime y después enviar a la calle a manifestarse, hacer asambleas o acampadas, a la clase de tropa, los activistas profesionales, siempre los mismos, que valen tanto para un roto como para un cocido.

Otro caso reciente, revela la flojera de estos grupos, que son algunos, porque no podemos decir que son muchos, ya que no pasan de la quincena, pero con pocos componentes cada uno y que tienen unas relaciones más bien distantes entre ellos, por no decir frentistas. Se parecen a una reunión de una Comunidad de Vecinos, donde impera la desconfianza, el egoísmo y los enfrentamientos personales, con sus egos subidos de tono. En junio pasado, convocaron una manifestación en Santa Cruz de Tenerife, para rechazar el proyecto turístico en el Puertito de Adeje. Los convocantes dijeron que asistieron ocho mil personas, pero la Delegación del Gobierno lo rebajó a mil ochocientas. Con todo el respeto que merecen los que fueron a dicha concentración, porque hay que considerar al máximo lo que piensa cada cual, no cabe duda de que la muestra es bastante ridícula, si la comparamos con el conjunto de los habitantes de Tenerife, que llegan casi al millón. Las declaraciones posteriores de los convocantes, exultantes por el éxito de la convocatoria, refleja que viven fuera de la realidad, en un mundo ideal o fantástico, conformado por una ideología totalitaria, que les impide apreciar lo verdadero. Fueron pocos, aunque les duela que se les diga, demostrando una vez más el desafecto ciudadano hacia ellos. Las matemáticas son exactas, no engañan.

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