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Jorge Bethencourt

Manual de objeciones

Jorge Bethencourt

El misterio de los precios

Hay misterios que ríete de los de Fátima. Imaginen, por ejemplo, que una manzana chilena cultivada en Curicó (Chile) por una de esas empresas locales asociadas a Dole, UTC o Chiquita, las grandes multinacionales, recorre los casi trescientos kilómetros hasta el puerto de Valparaiso, se carga en un barco y recorre los doce mil kilómetros que lo separan de España y luego regresa otros mil y pico kilómetros hasta Canarias para llegar al expositor de un vendedor. Ahora vuelvan a imaginar una manzana de la zona Norte de Tenerife, que hace un recorrido de unos cuarenta kilómetros en un camión para aterrizar en el mismo expositor. ¿Como es posible que la manzana chilena compita en precio con la local?

Los agricultores de la isla están cabreados porque las frutas y verduras se venden en el super a cuatro veces el precio que reciben ellos. Los expertos suelen decir que eso es consecuencia de la importancia de la comercialización en la cadena de valor. Es decir, que cuesta más el transporte, la presentación y la venta que el proceso de cultivar y obtener el producto. El asunto es discutible pero, en todo caso, el argumento se va a freír muchas puñetas cuando se constata que otros productos que vienen desde el quinto demonio, recorriendo miles de kilómetros, que pagan transportes y aduanas, se vende a precios más competitivos.

Una isla –o un conjunto de islas– tienden a ser dependientes del comercio exterior porque disponen de recursos limitados lo que induce a economías muy especializadas (Selwyn). Dicho en cristiano, nosotros no podemos competir ni en volumen ni en precios con los grandes productores. Eso también vale para la agricultura. El nicho de mercado de las producciones locales debería ser la calidad. Esa campaña del kilómetro cero, que apela a una especie de patriotismo alimentario, está condenada al fracaso porque el consumidor, a calidades similares, siempre elegirá lo más barato. Aunque seguro que estará dispuesto a pagar más por una papa negra canaria que por una israelí, porque en términos de calidad no hay color.

El esfuerzo inútil conduce a la melancolía. Los grandes supermercados tienden a importar de fuera y a mejores precios para los consumidores. Si los agricultores canarios quieren mayores precios por sus productos tendrán que especializarse en la excelencia. Y si de paso organizan sus propias cadenas de distribución, eliminando a los intermediarios, ganarán mucho más. Como han hecho los plataneros canarios. Hacer todo eso más difícil que protestar, pero a la larga funciona mejor.

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