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Francisco Pomares

Las Teresitas, un caso sin resolver

Hace unos días, el ex alcalde Miguel Zerolo, después de haberlo solicitado infructuosamente en varias ocasiones, consiguió que Instituciones penitenciarias le concediera finalmente el tercer grado, que le permitirá salir de la cárcel y volver solo a pernoctar. Zerolo, condenado a siete años de prisión por el caso Las Teresitas, está entre rejas desde abril de 2019, con lo que ha cumplido ya más de la tercera parte de su condena, pero -a pesar de haber disfrutado de algunos permisos- el juzgado de vigilancia penitenciaria continuaba negándole la posibilidad de acogerse al beneficio que supone el tercer grado. La última vez que se rechazó su petición fue en febrero de este mismo año. Zerolo recurrió esa negativa ante la Audiencia provincial, que confirmó a principios de este mes de Julio la decisión del juzgado de negarle el privilegio.

Sorprendentemente, hace unos días, en contra del criterio de los autos judiciales que rechazaban el tercer grado, Instituciones penitenciarias, sin oposición de la fiscalía, cambio de posición: Zerolo sale ya de prisión y vuelve horas después -todos los días- a pasar la noche en ella.

La anterior y recurrente negativa a incorporar a Zerolo a los beneficios que tienen otros reclusos, se ha interpretado siempre como una suerte de consecuencia del malestar de la Justicia ante un caso -el de Las Teresitas- mal resuelto o resuelto en falso.

Es verdad que resultaron condenadas varias personas, entre ellas algunos colaboradores necesarios -básicamente funcionarios y concejales obedientes- tratados con bastante dureza. Y también es cierto que dos de los empresarios más conocidos e influyentes de Tenerife dieron con sus huesos en la cárcel por haber conspirado con Zerolo para hacer su particular agosto con la compraventa de los terrenos de la playa y sus alrededores.

Pero, aún a pesar de la contundencia de las penas, en la conciencia de la sociedad tinerfeña quedaron dos percepciones: la primera, la de que no se logró condenar a todos los implicados, que escaparon de rositas algunos muñidores, albaceas y beneficiados de la operación. Y la segunda, la más llamativa, dramática e inexplicable, que nunca apareció el dinero que tuvo que haberse repartido entre quienes favorecieron la operación de Antonio Plasencia e Ignacio González. El proceso Teresitas dio para un sumario de miles de folios, una auténtica pieza literaria que describe a la perfección la cultura de omertá, golfería e impunidad instalada en Santa Cruz de Tenerife en aquellos años. Pero nunca se encontró el dinero. Ni la fiscal ni la jueza instructora fueron capaces de encontrar la pasta, aunque -al decir de quienes estaban más cerca del conocimiento de lo ocurrido- pasaron varias veces en sus pesquisas muy pero que muy cerca. La urgencia por cumplir con el desafío de llevar a Zerolo a la cárcel, hizo que muchos caminos abiertos por la investigación no se cerraran.

Por eso, la herencia de los millones que se evaporaron sigue presente en la vida de Tenerife, y además continúa influyendo en el devenir empresarial, mediático y político de la isla y el archipiélago. Algunos periodistas feroces de aquella época denunciaron la creación de un grupo multimedia montado con aquel parné, para después -las vueltas que da la vida- acabar incorporándose al servicio del mismo. Poderoso caballero es don dinero.

Pero la historia de donde acabó la pasta robada en Las Teresitas nunca se contó del todo. Quizá ha llegado el momento de reabrir una investigación que no ha de ser judicial, sino periodística, y empezar a buscar donde se guarecieron los resultados de aquella rapiña, como echaron raíces y como contribuyen hoy a sostener la corrupción sistémica de esta región. Es una tarea pendiente.

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