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Las lenguas clásicas y la economía del conocimiento

En estas semanas mucho se ha escrito, y se escribirá, sobre la situación en la que quedarán las lenguas y la cultura clásicas en el currículo de Educación Secundaria y Bachillerato en la denominada Ley Celaá de Educación. La preocupación del colectivo de profesores de Latín y Griego es legítima y justificada. No hay reforma educativa en la que no tengamos que salir a la palestra para justificar por qué somos necesarios, y Canarias no es una excepción.

Ya cansa tener que recordar que las lenguas y la cultura clásicas favorecen el conocimiento de nuestra propia lengua y el aprendizaje de otras lenguas romances; que el léxico de las especialidades científicas es grecolatino; o que las lenguas clásicas generan una conciencia gramatical necesaria para el estudio de cualquier idioma, ahora que los métodos comunicativos y la gamificación, han relegado esta faceta del conocimiento lingüístico al mínimo.

Asimismo, conviene recordar que en esta aldea global que es el mundo actual, el estudio las lenguas y la cultura clásicas nos permite entender de dónde venimos y cuánto compartimos con los pueblos de Europa, pues Grecia y Roma nos cohesionan social y culturalmente con ellos.

Además, en el caso de Canarias, la investigación desarrollada en las universidades públicas sobre los textos clásicos y renacentistas grecolatinos, así como sobre el patrimonio canario en relación con sus vínculos históricos con Roma Antigua y sobre la recepción de la cultura y la literatura clásicas en la Literatura Canaria, corrobora que el conocimiento de las lenguas y culturas clásicas en la enseñanza secundaria es una semilla indispensable para despertar vocaciones científicas entre los jóvenes y las jóvenes canarias. A estas generaciones, que serán las que reivindiquen, investiguen y conserven el patrimonio histórico y literario canario; y serán las que consoliden un crecimiento económico fundamentado en el conocimiento, la investigación y el desarrollo científico, no se les debe privar de un contacto real y efectivo con las lenguas y las culturas clásicas que les permita, no solo formarse en estos ámbitos, sino también generar nuevas fuentes de riqueza vinculadas al patrimonio material e inmaterial de Canarias.

En manos del Gobierno de Canarias está el que esto sea así.

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