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Wladimiro Rodríguez Brito

El Batán: un territorio escondido en Anaga

El amigo Valeriano Báez me invitó recientemente al pregón de las fiestas de El Batán y pude corroborar que desde hace unos años vivo en una sociedad que esconde parte de su historia y su cultura. Ahora parece que lo que no está en la pantalla del móvil no existe, ya que hemos establecido una nueva escala de valores que margina e ignora el ayer, lo pequeño, lo rural y lo verdaderamente nuestro.

La Amazonia, que es la mayor selva tropical del planeta, ha sido deforestada para construir las inmensas ciudades y como dice el geógrafo brasileño, Carlos Nobre, la Amazonia muestra síntomas de muerte.

¿Saben los niños de Anaga y de Tenerife que uno de los rincones más ricos en vegetación de Tenerife –la isla picuda– aportó leña y carbón a Santa Cruz en la época previa a la aparición del gas butano hasta 1950? ¿Saben nuestros niños que ahora traemos carbón de Cuba y Argentina y que en Canarias la leña está pudriéndose en el monte porque no hacemos carbón? ¿Y saben que poner una carbonera aquí requiere más documentos que una central nuclear? Esas carboneras nos permitirían retirar leña y tener cisco para abonar el campo, con una sociedad más equilibrada y menos dependiente, ya que ahora hemos establecido muros que nos separan de la naturaleza.

El Batán Cueva del Lino tiene que ver con una cultura que hasta hacía la ropa en la localidad, con lino local, mientras que los batanes eran movidos con agua del Barranco del Río en el que tenemos ahora ñames, las papas borrallas y los boniatos. Eso, por mucho que quieran, no los podemos separar de la cultura de Anaga. Además, tenemos unos de los bosques más ricos de laurisilva de Anaga y de Canarias, como es El Pijaral, que ha jugado un papel importante en el aporte de agua de lluvia horizontal para el riego de las batatas de Almáciga. Hablamos de un oasis de riego gracias a El Pijaral y los alisios en la riqueza que encierra Anaga.

La naturaleza no debemos gestionarla poniendo puertas y candados. Hemos aprendido de la cultura del ayer y obtenido conocimiento del entorno, hablando con los mayores, caminando por los senderos y veredas, haciendo surcos, sembrando y plantando, conviviendo con la naturaleza y saboreando las moras y los higos picos. El Batán, Las Carboneras y Chinamada son parte de las ventanas a los alisios de la Anaga que está vinculada a La Laguna. Anaga ha sido un laboratorio agroambiental, ya que en un territorio reducido han convivido la tensión de las demandas urbanas de Santa Cruz-La Laguna de alimentos y agua. Hablamos de núcleos como Los Catalanes-Roque Negro, de alimentar a una población colgada en laderas, sembrado huertas en las que apenas podían labrar una yunta o podían levantar una era para trillar.

Estas líneas, queridos vecinos de El Batán, no pretenden mirar para el ayer con nostalgia. Creo que tenemos la obligación de leer de una manera sencilla el mundo con mayúsculas -incluida la pandemia de covid-19, con una población que en noviembre de este año llegará a los 8.000 millones de habitantes. Tenemos que hablar, mirar, cuidar y aprender lo pequeño, lo local. Tenemos que hablar de cómo cuidar y aprender sobre el entorno, comunicar con los maestros de la tierra, cuidar las plantas adaptadas al territorio y mimar y codificar todos los conocimientos sobre aspectos como el intercambio de semillas, la rotación de cultivos, la mejora de los terrenos y de las plantas para que sean más productivas y estén más adaptadas a la sequía, al viento y a suelos más pobres. Esa cultura de Anaga hay que rescatarla y transmitirla.

Hagamos comunidades vivas, con participación y diálogo entre generaciones y dignifiquemos la vida y los conocimientos. Hagamos un esfuerzo por mantener los bancales y los frutales. Fomentemos la cultura de gestionar el monte, en la que hemos de conseguir que los trabajadores que gestionan el territorio tengan un plus por vivir en el medio con alguna puntuación por cultivar en el territorio. Hemos de revalorizar social y económicamente a los que viven y cultivan en el entorno y a los que conviven con la naturaleza.

El mundo urbano nos separa, nos aleja de la realidad y nos hace teóricos de la naturaleza. La sostenibilidad tiene que ver también no solo en cómo se vive, sino también dónde vivimos y cómo convivimos. Cuidar la naturaleza es algo más que unas relaciones laborales y unas declaraciones de un día al año en Anaga o en la Amazonia. El medio ambiente es mucho más que declaraciones teóricas y requiere una manera de vivir y de convivir como colectivo.

El campo y la naturaleza nos dicen que hagamos menos declaraciones y más acciones. El campo es mucho más que fiestas y romerías y es necesario el compromiso del ayer con los que hacen surcos y capean el mal tiempo cada día, pero sobre todo con los campesinos que sufren el maltrato económico y social.

Sean estas líneas de reconocimiento a los vecinos de El Batán y, sobre todo, a los campesinos que hacen música y propagan nuestra cultura de ayer en ese núcleo y en otras comunidades. Los niños del colegio de Las Carboneras deben hacer surcos con los niños que viven en Anaga unas horas los fines de semanas, ya que son los que harán una Anaga más sostenible social y ambientalmente en el futuro. Gracias y enhorabuena a todos los vecinos de El Batán que le ponen música a los surcos con una cultura de ayer, pero mirando para el mañana con optimismo.

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