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Juan Carlos Unzué | exportero del Sevilla, entrenador de élite y activista contra la ELA

Mirada sagaz

Gora Unzué. La gloria no es que te aplauda un estadio. Es que te vitoreé tu ciudad. Pero si tu ciudad vitoreante, jolgoriosa y librada de virus es Pamplona un 7 de julio puedes considerar que la vida, además de una putada en forma de diagnóstico, puede depararte también un gran chupinazo. Juan Carlos Unzué Labiano, navarro del 67, fue portero del Sevilla y de otros equipos y luego entrenador de élite. Un cronista relamido y previsible diría que su partido más importante lo está jugando ahora. Tan cruel es la enfermedad como repulsiva esa retórica de que superar una enfermedad es cuestión de voluntad propia y lucha. Lo siguiente podría ser afirmar que quien muere es que no ha luchado lo suficiente. Que no ha tenido espíritu deportivo o guerrero. Que no le ha puesto ganas. Puaf.

Unzué ya ha vivido tres vidas mucho antes de dejar esta. Deportista famoso y de éxito. Chupinador de Sanfermín y activista contra la ELA. Tres méritos para una persona. La mayoría de nosotros no alcanza la fama y el fulgor en ninguna actividad. No colija de esto el lector que Unzué es alguien afortunado. Es alguien al que le pasan cosas. Y que es digno de admiración.

Unzué fue diagnosticado de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) en 2020. Hasta hace no muy poco, ese mal, que puede producir una parálisis muscular progresiva, era muy desconocido. El símbolo era Stephen Hawking. Hoy se ha visibilizado gracias a gente como Unzué.

En Estados Unidos es conocida como enfermedad de Lou Gehrig (por el famoso jugador de béisbol que la padeció, y en Francia, como la enfermedad de Charcot. Fue este médico, Jean Martin Charcot (1825-1893), el que la describió por primera vez, en 1869.

El chupinazo de Unzué dio paso a la fiesta más mítica del orbe. Quizás. Esa fiesta a la que todo adolescente en sus cabales planea ir. Y de maduritos, una amplia proporción. Madurar es comprender que Hemingway estuvo antes que tú en todos los sitios. San Fermín. Esa fiesta en la que todos estamos mentalmente alguna vez, algún año. Tengo el año San Fermín. Mi tradición es no ir. Cada año lo intento, fantaseo con ello, recluto compañía, cotilleo alojamientos, me veo apañolado y desayunando chistorra con huevos fritos y vinazos, pero finalmente la vida se impone con sus ritos y rutinas y obligaciones. Me coge el toro. La vida es lo que nos pasa, no en la calle Estafeta, mientras planeamos ir a San Fermín. Sería esta enseñanza suficiente para no hacer planes a largo plazo, lo cual no significa no ser previsor; vivir (casi) a tope y disfrutar el intervalo que va entre el nacimiento y el momento en el que un médico pronuncia unas palabras fatídicas. Que pueden no significar tu final, pero sí el inicio claro de la prórroga. Deberíamos nacer con un contador de metáforas deportivas y que se agotara pronto y que no pudiéramos utilizar ninguna ya una vez abusadas. Casi lo mismo con las náuticas. El poeta que dice que la vida es una singladura no llega a buen puerto.

Unzué tiene 55 años, va en silla de ruedas, tiene en su mujer a su gran apoyo, afirma que sentirse útil es la principal aspiración del ser humano e implora a los políticos que destinen más fondos para investigar esta y otras enfermedades, raras o infrecuentes, normales o consabidas. Fue un portero elegante, fichado a los 15 años por el Osasuna. A una edad en la que también se empleaba como jugador de campo. «Eso me ha permitido conocer mejor el juego, el fútbol y hasta al ser humano», le decía a El País en octubre de 2021.

Fue, entre otros muchos cometidos, entrenador de porteros en el Barcelona, en una época dorada, con Guardiola, con los títulos llenando las vitrinas azulgrana sin descanso. Entrenó también al Celta y al Girona y habría sido seguramente segundo de Luis Enrique en la Selección. Se rodeó siempre, por arriba y por abajo, de los que entendía mejores y ahora tiene una mirada que no ha perdido la sagacidad que ha de tener la de un buen guardameta. Sus ojos han visto mucho. Éxitos y fracasos. Suertes y desgracias. Aún no han vislumbrado el miedo. Serenidad transmiten. Viva. Cantemos con la mayor alegría el pobre de mí. Va por Unzué.

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