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Luis Ortega

gentes y asuntos

Luis Ortega

Verano de fiesta y riesgo

Después de un bienio de pandemia, entró un verano de fiesta y riesgo, que devolvió las multitudes a la calle, que rescató los ritos de siempre con exageradas ganas y que, como si se tratara del éxito en el combate final, metió el Carnaval en el verano; recuperó los recintos de los puntuales y múltiples usos sanitarios y metió en liza, como si nada hubiera pasado, a candidatas a reinas, murgas de toda condición y formato y rondallas líricas con aires de zarzuela o delirios comprensiblemente patrióticos

Un amigo tinerfeño de la mayor parte de mi vida me explicó con entusiasmo y vehemencia el hallazgo feliz de fundir los fuegos mágicos de la Noche de San Juan con el Entierro de la Sardina que, según parece, tuvo un indulto temporal para que no perdiera su condición de despedida de las carnestolendas. Metido en el miedo –que los cursis llaman prudencia– y, acaso por las sentidas ausencias de una temporada aciaga, me conformé con saltar de canales, graduar el entusiasmo de comunicadores y actuantes, y el rumor de fondo patriótico directamente inducido por quienes reciben los aplausos. Y digerir, con buena voluntad, la pesada digestión de la nostalgia

Cuentan los participantes, alentados porque la cuenta atrás marca el próximo invierno y ya no hay que esperar un año entero y verdadero, y los narradores de las encendidas glorias, que el fiestón del verano superó todas las expectativas y que, como premio final, no llegó el rigor de la cuaresma ni se dieron cifras de contagios –salvo en las franjas vulnerables– con lo cual, sobre el papel, «no hay noticias» que era, según Emilio Romero, la mejor de las noticias

La Palma, que añadió al castigo del covid 19, un trimestre volcánico de aquí te espero, suspendió su amplio, secular y rico calendario por daños que superaron todas las marcas históricas, y se enfrenta ahora a un complejo programa de reconstrucción, a plataformas y capillas de afectados con enfrentamientos absurdos o interesados y a un clima más tenso que en las jornadas trágicas de la erupción

Con eso y con todo, con tanta preocupación como ganas, olvidó cualquier remake o propina carnavalera y apostó por las celebraciones patronales. Así ya anotó los primeros hitos, tímidamente ensayados con las Cruces de Mayo de Breña Alta –que, por cierto ya cuentan con monumento propio de Tomaso Hernández– y con el programa de San Pedro, con números de viejo rango, como la procesión y la loa de Gumersindo Galván, la romería que desplaza a San Isidro desde la cumbre a la Villa y un intenso programa deportivo y musical, que conmemoró el cuarto de siglo de la Escuela Municipal de Música y de la Agrupación Aduares, dirigidas desde su fundación por José Eduardo Martín que, en acertada decisión municipal, adoptaron su nombre. Por iniciativa del alcalde Jonathan De Felipe se premió a un grupo de vecinos dentro de una velada que tendrá carácter anual, y que lleva por título Breña Alta son sus personas.

Y, por último, el Corpus Christi de la Villa de Mazo y los Arcos del Sagrado Corazón de la Ciudad de El Paso cubrieron en esta edición de 2022 sus estándares de calidad y las más altas exigencias y merecen, desde hace décadas, reconocimientos a nivel autonómico y nacional. Ojalá, y ese es un deseo que comparten conmigo las gentes de buena voluntad, no tengamos que pagar un tributo costoso por el sano y comprensible deseo de celebrar las fiestas después de tantos apuros y abstinencias.

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