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Isidoro Sánchez

Rómulo Betancourt en La Orotava hace 41 años

El martes 23 de junio de 1981 aterrizó en el aeropuerto Sur de la isla de Tenerife el que fuera presidente y senador vitalicio de la República de Venezuela, don Rómulo Betancourt. Su viaje respondía a una invitación del alcalde del ayuntamiento de La Orotava, Francisco Sánchez, a propuesta de la asociación de vecinos del Farrobo con motivo del tricentenario de la fundación de la iglesia de San Juan, en la Villa de Arriba del municipio. Como entonces era concejal responsable de las relaciones institucionales del ayuntamiento recuerdo claramente a los dirigentes vecinales: Pancho el carpintero, Tito Ravelo y Felipe Hernández Ruiz. Curiosamente un familiar nuestro, Mateo González Grillo, estaba enterrado en el altar mayor de dicha iglesia por cuanto donó mucha plata a la orfebrería de la parroquia a finales del siglo XVIII tras su regreso de Cuba, donde había amasado fortuna.

Don Rómulo Betancourt, que residía entonces en Nueva York, aceptó la invitación formulada por el alcalde de la Villa y tramitada por el cónsul general de Venezuela en Canarias, el amigo Jesús Márquez, con la condición que le acompañaran en el viaje sus amigos: Marcos Falcón Briceño, excanciller del gobierno venezolano en la etapa en que fue presidente de la república don Rómulo, entre 1959 y 1964; Julio Pocaterra, empresario y amigo personal, y el fotógrafo canario afincado en Caracas, Justo Molina. El grupo se alojó en el hotel San Felipe del Puerto de la Cruz y almorzamos en el restaurante El Pescador liderado por Sebastián (a) el Chileno. El miércoles 24 de junio, festividad de San Juan, subimos hasta el Parque Nacional del Teide donde nos esperaban en el Portillo y en el Parador de Turismo el gobernador civil y el senador canario, Alberto de Armas. Bajamos por la carretera dorsal y nos acercamos al ayuntamiento de El Rosario donde nos esperaba su alcalde, Elías Bacallado, quien le ofreció a don Rómulo una manta esperancera. El gobernador civil nos invitó a almorzar en Mesa del Mar, Tacoronte. Por la tarde tuvo lugar en el salón noble del ayuntamiento orotavense el nombramiento de don Rómulo Betancourt como Hijo Adoptivo de La Orotava por cuanto su padre, Luis Betancourt, era natural de la Villa de Arriba. Asistieron la corporación municipal presidida por Francisco Sánchez, alcalde, y le acompañaron don Pedro Ravina, gobernador militar, y don José Miguel Galván Bello, presidente del Cabildo Insular de Tenerife. El discurso de don Rómulo no tuvo desperdicio. Recuerdo frases como: «Es profunda y sincera la emoción que siento, porque en este momento no siento que este homenaje sincero que se me hace es porque haya tenido una dilatada vida pública con aciertos y errores, con fracasos y éxitos, sino porque estoy aquí debido a que mi padre, Luis Betancourt, nació en la parte superior de esta Villa a finales del siglo pasado. […} Ahora es el hijo de Luis Betancourt y no el expresidente de Venezuela en dos oportunidades, no es el hombre que no se ha limitado a luchar porque es su país se establezca la democracia y rija la libertad. Sino el que ha hecho esfuerzos para que trascienda del área geográfica de mi país esos ideales, y la América Latina, tan llena de dictaduras, termine por ser un subcontinente de la libertad. No es el hombre público sino el hijo de Luis Betancourt el que está recibiendo en este día el alto honor, la gran responsabilidad de ser Hijo Adoptivo de la Villa de La Orotava».

El jueves 25 de junio recorrió las alfombras de flores por las calles de la Villa, compartió charlas con los alfombristas y subió al mediodía a nuestra finca familiar donde asistimos una delegación del gobierno municipal para regresar en la tarde al ayuntamiento y contemplar el espectáculo religioso más impresionante que había vivido, y eso que se confesó agnóstico. El viernes 26 y el sábado 27 se acercó hasta Santa Cruz donde compartió horas en San Andrés y en el consulado venezolano, así como en el ayuntamiento de la capital tinerfeña al igual que en la Casa de Venezuela. El domingo 28 de junio don Rómulo y su séquito nos acercamos a la casa orotavense de Juan del Castillo, anfitrión singular de las fiestas patronales de la Villa, para disfrutar de la Romería de San Isidro y Santa María de las Cabezas donde pudo contemplar a los magos campesinos del valle de la Orotava con sus alcaldes al frente cargando las varas encintadas y disfrutando de los vinos locales. La cena de despedida tuvo lugar en el portuense restaurante Magnolia donde la expedición venezolana, con don Rómulo al frente, fue despedida por los magos y magas que pudimos sobrevivir la romería dominguera.

A partir de entonces un nuevo marco de relaciones sociales, políticas y culturales entre Venezuela y Canarias se abrió a partir de ese viaje a Tenerife. En el libro que escribí en 1987, seis años después de la muerte de don Rómulo en 1981, pude conocer la opinión de la hija de don Rómulo, Virginia Betancourt, cuando prologa mi libro y escribió entre otros asuntos: «Rómulo Betancourt afirmaba haber aprendido de su padre canario el principio de honradez que rigió su vida. También reconoció que debía a su ancestro canario su perseverancia y capacidad de trabajo. Antes de morir tuvo la urgencia de conocer la tierra de sus antepasados».

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