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José María Lizundia

La Hispanoamérica roja de ‘Estamos Unidos’

A raíz del triunfo de Petro en Colombia aparecía en las redes una viñeta con el mapa de América, de un color Estados Unidos y el resto del continente de rojo con la réplica a Estados Unidos de Estamos Unidos. A la contra de la actual segmentación de las identidades expresaba una voluntad clara de homogeneidad, de continente compacto, monista, fundido. El rojo es el símbolo de la unidad, la igualdad, lo unísono, del encuadramiento y la uniformidad, el desfile y la consigna.

El primer pensamiento que me asaltó fue que ese rojo que pintaba el continente latino era la expresión de un augurio inmediato e inexorable: el seguro gran fracaso económico, el incremento de la precariedad sin que creo que nadie objetivo no prevea lo mismo, a cambio para tan alto precio, la explosión de sentimientos, la emotividad transitoria en las calles, sueños y ensoñaciones, los rezos de utopía, los escalofríos ante paraísos que inventar. No hay en Hispanoamérica un solo cambio estructural del sistema económico que haya sido mínimamente estratégico y decisorio, y que cuando lo fue sirvió para instaurar la miseria en igualdad, salvo para la casta política y círculos serviles al poder. No hay un solo ejemplo contrario, pero eso a nuestro continente hermano no le sirve, como tampoco la corrupción a gran escala: los Kirchner, Maduro, Ortega, Correa con la emergencia de nuevas familias dominantes, como son los hijos de Castro, Kirchner, Chávez. Es un dato científico el nexo inescindible entre autocracia y corrupción.

En el continente de los Estamos Unidos hay otra previsión objetiva: la degradación institucional y el desmantelamiento constitucional. Escalonadas reformas legalmente espúreas hacia autocracias semiplenas. Mandatos que se hacen ilimitados, que se tornan hereditarios y familiares, amén de oligárquicos. Llevaba años oyendo que Chile ofrecía ya marcas prácticamente europeas, suponía las desigualdades, pero bueno algo andaba. Gran desconfianza produce la izquierda hispanoamericana, la más creativa en teorías del mundo: Guerrilla urbana y rural, teología de la liberación, zapatistas, indigenismo, populismo, y es muy capaz porque ha logrado suprimir la desigualdad desde la escasez, la pobreza, el infortunio y opresión general, y sobre todo, por su última creación: los éxodos bíblicos. Como las riadas de latinos que ascienden por América central hasta la frontera del imperialismo satánico, los millones que huyen de Venezuela o Nicaragua. Los que vienen a España/Europa. Su incremento lo tienen asegurado. Aunque Asia ya sobrepase a Hispanoamérica, ésta sigue urdiendo muy intelectualmente (entre especulación metafísica y praxis/experiencia, siempre la primera) atajos y soluciones de una vez definitivos, siempre impacientada, urgida, aguijoneada, agónica, pendiente de evangelios de redención. Muy prometedor concebir siquiera Estamos Unidos.

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