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Wladimiro Rodríguez Brito

Los barcos y las papas

La situación actual nos obliga a plantear la necesidad de asociar la agricultura con la población, máxime viviendo en este Archipiélago. Los temas energéticos y el cambio climático nos obligan a leer de otra manera la relación del hombre con el medio. En el plano teórico se habla de «huella de carbono», «economía circular» y «kilómetro cero», pero no se habla de la presión demográfica ni de que no podemos autoabastecernos de cereales y otros productos de primera necesidad.

Sin embargo, sí podemos autoabastecernos de papas, hortalizas y de una gran parte de la demanda de fruta. Así, debemos corregir lo que ocurre con las papas, ya que es una contradicción económica y ambiental que tengamos zonas de gran capacidad para producir papas y forraje para el ganado que estén convertidas en un pastizal, con serio peligro para propagar los incendios.

La zona de los alisios de Tenteniguada a Fontanales de La Montaña, de la Breña a Montaña Vaqueros de Anaga a Teno y numerosos puntos con regadíos de los Jables del Sur de Tenerife son referencias de lo que podemos hacer en nuestra tierra, fomentando la producción de los alimentos, con significativas mejoras ambientales, al retener la vegetación de tierras balutas y aportando complementariedad entre agricultura, medio ambiente y economía.

Es lamentable que un par de centenares de agricultores que tienen dos o tres millones de kilos de papas para cavar en los últimos días de junio en las medianías del Norte de Tenerife de Teno y Anaga o de Montaña Vaqueros no tengan compradores para la cosecha. Ahora necesitan dos meses en cámaras frigoríficas –hasta agosto–, ya que actualmente el mercado está saturado, no solo con la cosecha local sino con las importaciones de terceros países. ¿Dónde está la Mesa Insular de la Papa para la defensa de nuestros agricultores?

Asistimos de manera incomprensible al deterioro del mundo rural en una sociedad que habla de «cambio climático», «economía circular» y «kilómetro cero». Tiene una difícil explicación que un territorio pionero en el cultivo de papas en España y Europa tenga que importar en las bodegas de los barcos cerca del 50% de las papas que demanda Canarias.

En el siglo XV incorporamos la demanda de papas como algo básico en la alimentación de los canarios, con más de 30 kilos por habitante y año, comparables con el país que más papas demanda por persona, que es Ucrania. Las papas encontraron en Canarias no solo unos campesinos que en muchos casos aprendieron a cultivarlas en América, en una cultura de ida y vuelta a la que hemos de añadir los alisios.

Sin embargo, no entendemos lo que está ocurriendo en los últimos años. En menos de una década se ha reducido la superficie cultivada, pasando de algo más de 5.000 ha hace cinco años a algo menos de 1.400 ha al presente año. El futuro es desalentador, ya que a numerosos agricultores arruinados este año los están obligando a la deserción para el próximo.

¿Es entendible que este año, con una producción que apenas cubre parte de la demanda durante un par de meses –solo podemos autoabastecernos hasta agosto– no tengamos unas cámaras frigoríficas para mantener la producción local? ¿Es entendible que los agricultores malvendan la cosecha sin cubrir costes –se han incrementado los precios de semilla, abonos y combustibles- sin que nadie les garantice al menos 0,70 a 0,80 €/kilo? El caso de Benijo es especialmente significativo y los responsables políticos deberían tenerlo en cuenta.

En Canarias, el territorio con el paro juvenil más alto al sur de Los Pirineos, se está fomentando que los agricultores abandonen el campo. O lo que es lo mismo: se está sembrando más pobreza. Eso nos hace más dependientes del exterior, de los productos que llegan en los barcos, y, además, se incrementa el suelo para la propagación de incendios. En resumen, se amplía la pobreza y se fomenta una sociedad con un campo sin campesinos.

Está en nuestras manos cultivar los suelos que hoy están abandonados y recuperar el campo, con calidad de vida, medio ambiente y estabilidad social para los que trabajan en la agricultura y la ganadería. Es necesario impulsar el autoabastecimiento, con una mayor conexión entre el mundo urbano y el rural, compartiendo compromiso entre ambos. No es entendible que paguemos fletes para traer papas a Canarias mientras los campesinos estén en la ruina. Hay que hablar menos de «cambio climático», «huella de carbono» y «kilómetro cero» y más de promover la incorporación de los jóvenes a la agricultura, de pagar precios justos por los productos y de reducir la dependencia del exterior. Un campo sin campesinos no es posible y hay que reaccionar de manera urgente para evitar que nuestras tierras, otrora cultivadas, se conviertan en un desierto.

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