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Francisco Pomares

Los límites de Román

Es sorprendente que la afirmación de Román Rodríguez de que su partido está abierto a pactar con el PP o Coalición Canaria si se tercia haya provocado tanto revuelo (incluso en su partido). Yo no creo que sea nada sorprendente. Román ha pactado ya en algún momento con todos los partidos. Y no solo por los gobiernos, los cabildos o los ayuntamientos. Ha pactado por las listas, y no ha dejado de cambiar de socios desde que Paulino Rivero –que entonces no se llevaba tan bien con él como ahora– le descarriló de un segundo mandato para colocar a Adán Martín –que era vicepresidente de Román– en la Presidencia.

La declaración sobre su amplitud de miras en materia de pactos se produjo sobre el alero de los resultados de Andalucía, con el PP galopando hacia Moncloa, y eso cogió a los suyos aún un poco despistados. Pero es que Román es un lince en lo de no dejarse pillar por nadie. Su ideología política es estar en el Gobierno, sea con quien sea y como sea. Y su capacidad de hacerse a lo que le conviene en cada momento es un ejemplo de adaptación a las necesidades del poder, una cualidad más útil en política que la coherencia ideológica.

Desde que Nueva Canarias abandonó el acuerdo con Coalición Canaria para compartir grupo en el Congreso, allá por junio de 2007, el boss del nacionalismo alternativo ha bailado primero con la izquierda, luego con el centroderecha, después con los primos nacionalistas, luego se nos hizo filosocialista, luego nuevamente nacionalista, después socialista otra vez y finalmente progresista canarista, una definición que se las trae.

A Román no le ha temblado el pulso nunca cuando de hacer nuevos amigos se trata: un año después de abandonar el grupo parlamentario de Coalición, se alió en las generales de 2008 con el Centro Canario de Ignacio González (el partido de Las Teresitas). Esa vez le salió mal la jugada y Román no se comió una rosca. Un pequeño ejercicio de contrición y tres años después, fue a las elecciones generales de la mano de Coalición, bajo el lema Canarias con más fuerza que nunca. Consiguió colar a su colega Pedro Quevedo como diputado por Las Palmas en 2011, el mismo año que –en una camaleónica operación– se presentó a las regionales con el PIL del honorable Dimas Martín, y en simultánea con Socialistas X Tenerife, un partidete pret-a-porter que se había sacado de la manga Santiago Pérez. A pesar de la vistosidad del asunto, el resultado tampoco fue para tirar voladores. Visto lo visto, Román convenció a Quevedo para que repitiera en 2015, pero esa vez virando hacia el socialismo centralista del PSOE. La operación Juntos por Canarias le salió tan bien que hasta le levantaron al socialismo grancanario su plaza en el Senado. Fue uno de los momentos de mayor esplendor romaní tras haber perdido la Presidencia y dejado Coalición. Y luego vino lo del 2019, de traca: los del PSOE se quitaron a Román de encima en las primeras generales y Quevedo se quedó sin escaño. Cuando Pedro Sánchez volvió a convocar elecciones ese mismo año, Román se las apañó para convencer a Coalición de que le permitieran volver a protegerse bajo el paraguas nacionalista, a cambio de una operación de time-sharing en la provincia de Las Palmas. Lo logró: Quevedo volvió al escaño que había dejado vacante durante medio año.

Dos meses después, cuando se negociaba el Gobierno de Canarias, Román –tras asistir de oyente a las reuniones con el PP y Ciudadanos para pactar con Coalición– volvió a aliarse con el PSOE en el Pacto de las flores. A cambio sacó la vicepresidencia del gobierno, la consejería de Hacienda y la tele. En su último congreso, en abril de este año, Román hizo que su partido se definiera como de ideología progresista canarista, algo más ambiguo que lo que le gustaba antes, eso de ser la izquierda nacionalista y social. Y ahora –cuando el PP pone a remojar barbas en medio país–, Román ha recordado que a él no le sale un sarpullido si tiene que pactar con la derecha de siempre o con la derecha coalicionera. Eso sí, de momento sigue asegurando que con Vox no pactará nunca. Después de haber bailado al tango agarrao y feroz con todas las fuerzas políticas de las islas y del extranjero (en las Europeas ha sido compadre de Compromís, el partido de la señora Oltra, de En Marea y de la Chunta), dejar fuera del horizonte de sus pactos a Vox define con meridiana claridad cuáles son sus límites.

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