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observatorio

‘Carpe diem’

La inflación de mayo superó el 8%. Una cifra estremecedora si tenemos en cuenta que los productos afectados son, por un lado, alimentos básicos como el pan, la leche o los huevos; y por el otro, los carburantes, con su gran efecto multiplicador en productos y servicios. Las estimaciones iniciales de que la inflación sería puntual se van deshaciendo y gana fuerza la opinión de que entramos en un periodo de inflación persistente. Vamos a ver cómo participan diferentes actores en todo esto: de grandes a pequeños; de los gobiernos a las empresas; de las empresas a las personas.

A nivel geopolítico, uno de los motivos principales de desestabilización económica es la guerra de Rusia contra Ucrania. La riqueza de estos países en materias primas como el níquel, los cereales, el gas y el petróleo está afectando su disponibilidad y, en consecuencia, el precio. A su vez, los gobiernos nacionales y supranacionales están tomando decisiones sobre algunas variables económicas con la esperanza de que ayuden a estabilizar la situación. Por ejemplo, el Banco Central Europeo confirma que continuará comprando bonos de los países más endeudados, entre los que tenemos el honor de estar incluidos, y sube el tipo de interés al 0,25% a partir de julio. Esto marcará el final de un quinquenio de dinero barato. A nivel estatal también se están tomando decisiones para ayudar a soportar las subidas de precios. La primera, la rebaja de 20 céntimos por litro del carburante; una medida que pronto habrá quedado sobrepasada por los incesantes incrementos de precios. La segunda, la reciente rebaja de la luz, que de momento tampoco ha dado el resultado esperado. La influyente política monetaria de Estados Unidos ya hace meses que intenta enfriar la economía mediante el incremento del tipo de interés. Una medida que también ha resultado insuficiente y que ha generado un nueva subida sin precedentes de esta variable, hasta el 1,5%.

En esta situación, ¿qué papel están teniendo las empresas y los consumidores? Hay indicios que muestran que los aumentos de precios se están trasladando íntegramente a los precios finales, mientras las empresas mantienen sus márgenes de beneficios o, incluso, se comportan de una manera oportunista incrementando precios por encima de lo que sería necesario, aprovechándose de la elevada demanda. Un dato a favor de este argumento es que, durante el primer trimestre, cuando la inflación ya empezaba a despuntar, los beneficios de las empresas del Ibex 35 fueron un 48% superiores gracias, precisamente, a esta estrategia de subida de precios. El próximo mes, cuando se publiquen los resultados del segundo trimestre de 2022, se podrá comprobar si la tendencia continúa. En parte, la presión que tienen las empresas estatales para mantener sus márgenes deriva de estar en plena recepción de los fondos europeos que requiere fuertes inversiones. Estas inversiones solo están parcialmente financiadas por la Unión Europea y, por lo tanto, la empresa tiene que aportar fondos propios que pueden provenir de sus propias reservas o bien de endeudarse. Esta última opción, la del endeudamiento, será mucho menos atractiva debido a la subida del tipo de interés.

A nivel de las personas, lo más preocupante es que debe haber una parte de la población que no está pudiendo llegar a final de mes. En 2021, el Idescat mostraba que más de una quinta parte de la población catalana está en riesgo de pobreza y un estudio de Fundación Foessa, que este riesgo llegaba casi a una de cada cuatro personas en el Barcelonès y algunas comarcas vecinas. Todo apunta a que esta proporción de personas en riesgo de pobreza y exclusión social aumentará durante los próximos meses.

Y, finalmente, desde el punto de vista de la demanda, no se acaba de entender cómo una inflación disparada no parece enfriar el consumo: a pesar de que el coste de llenar el depósito del coche prácticamente se ha duplicado, las carreteras están saturadas; las casas de turismo rural han colgado el cartel de completo, y los restaurantes, con incrementos de precios alrededor del 20%, continúan llenos. Los psicólogos sociales podrán estudiar durante años los efectos de una pandemia y cómo la limitación forzada de actividades parece tener un efecto rebote y prevalece el dicho del carpe diem: aprovechar los buenos momentos cuando están al alcance, antes de la próxima crisis, pandemia, o de que estalle una tercera guerra mundial.

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