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Luis Ortega

Gentes y asuntos

Luis Ortega

Una ley singular

En la Radiotelevisión Canaria, cuatro días después de la erupción de Cabeza de Vaca, defendí la expropiación de los terrenos afectados por la lava y la indemnización a justiprecio a sus propietarios. No se trataba de una posición dogmática sino la consecuencia de varias reuniones con el notario Alfonso Cavallé y otros profesionales, paisanos en su mayoría. En las páginas de EL DIA y La Provincia razonamos que era la fórmula más justa –porque indemnizados podrían actuar individualmente y con libertad de elección– y, con toda probabilidad, la más barata. Uno y otro en los medios, en reuniones en el Valle de Aridane, y en debates en sociedades instructivas no paramos de divulgar la razón en la que creíamos. En las charlas con políticos de todas las sensibilidades y todas las responsabilidades, nadie cuestionó el argumento; pero en el ejercicio de sus competencias cada cual actuó a su modo y manera.

En La Investigadora, en el primer mes de furia volcánica, planteamos también, cara al futuro, la alternativa del seguro de riesgo volcánico que existe en países como Islandia. Fue durante un animado coloquio que reunió a Cavallé Cruz, el geólogo Francisco García-Talavera y Francisco Moreno, director de la RTVC, cuyo papel durante la erupción, y tras ella, resultó capital. Los numerosos asistentes –entre ellos varios alcaldes– apoyaron la propuesta que, en el recorrido discrecional con los representantes de las administraciones, tuvo el mismo tratamiento que la solución expropiatoria: pulgares abajo.

Todavía hoy, en el junio raro y carnavalero, me pregunto la razón del rechazo de las dos fórmulas propuestas y la falta de una respuesta que lo justifique. Mientras el calendario se nutre de protestas y de aspiraciones personales legítimas, diferentes y hasta contrapuestas, unas postuladas a nivel personal, otras a partir de grupos –porque la fragmentación del bloque de afectados es un hecho constatado y perjudicial para las víctimas de la catástrofe– y hay quien lamenta que todo lo que se hizo bien durante la erupción se contradice con el rebumbio actual.

En el alboroto por la moda de los topónimos nativos –que no hace a los proponentes más insularistas, nacionalistas, independentistas o palmeros, todos adjetivos legítimos– se acude a las redes sociales, como en Eurovisión, para decidir el nombre de un volcán que reventó en un pago cartografiado y señalizado con su nombre. Así, cada día sumamos demandas justas, protestas fundadas y, en paralelo, ocurrencias, pretensiones caprichosas, teniendo ante nosotros la obligación de una reconstrucción que no puede ni debe demorarse. Saludé con cierto optimismo el nombramiento del Comisionado; demos el tiempo de gracia, es de justicia, a una gestión que no es fácil.

En la bulla ferial, aparecen opiniones sensatas que nos sitúan otra vez en el cuadro y el dolor e incertidumbre de los protagonistas. «La reconstrucción de las zonas afectadas se tiene que hacer desde el corazón y manteniendo el arraigo de los vecinos», dijo Sergio Rodríguez, alcalde de El Paso, en el marco de una comisión parlamentaria. «No estamos en contra de un nuevo modelo urbanístico, pero no podemos olvidar que las familias que desarrollaron un proyecto vital en un entorno determinado, deben volver a él en condiciones similares». Recordó la urgencia de recuperar suelo agrícola, estudiar el trazado más favorable de las nuevas carreteras, y atender a otra realidad que complementa las rentas campesinas: las casas de alquiler vacacional.

Como remate de su intervención y ante las dificultades que puede plantear la legislación ordinaria ante una realidad única e incomparable, demandó «una ley singular que incluyera a toda la isla en el proceso de recuperación y reconstrucción porque las consecuencias de la erupción alcanzan todo el territorio». «Una oportunidad para que la política recupere el prestigio perdido», remachó.

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