Opinión | La Laguna, encrucijada
Eliseo Izquierdo
¿Cuándo comenzó la romería de San Benito? (Defensa leve de la verdad y de lo nuestro) I
El 30 de mayo último, con motivo del Día de Canarias, fue presentado a bombo y platillo, en concurrido acto público al pie de la torre de La Concepción, el cartel anunciador del 75 aniversario de la romería de San Benito Abad. Una efeméride de tanta significación para nuestra ciudad y para las Islas merece ser recordada y celebrada por todo lo alto.
La romería de San Benito arraigó con fuerza en el alma popular y se convirtió muy pronto en una de las grandes festividades, no sólo de San Cristóbal de La Laguna, sino también del Archipiélago. Sin embargo, ¿se cumplen en este 2022 los pregonados tres cuartos de siglo que se pretenden conmemorar?
Es deber inexcusable de todo cronista oficial defender el acervo cultural de su municipio. Y ha de hacerlo con honestidad, independencia, objetividad, rigor, ánimo constructivo y lealtad. El cargo no es únicamente un honor; entraña también responsabilidad. En el portal de la Real Asociación de Cronistas Oficiales de España campean estas palabras, que compendian cabalmente cuál ha de ser nuestro comportamiento: «No decir nada falso y no temer confesar la verdad». Se le pide al cronista oficial fortaleza para no dejarse embaucar o amedrentar y, menos aún, intimidar por cualquier estrategia mendaz, proceda de quien proceda.
Si no bastara lo antedicho, un motivo más acrecienta tales obligaciones. Entre los títulos que la ennoblecen, San Cristóbal de La Laguna ostenta el de ser «ciudad de ilustre historia». Le fue reconocido por el rico bagaje que la aureola desde sus mismos comienzos. Impedir que esa historia, digna de todo respeto, se vea empañada o que alguien intente empañarla de manera irresponsable y con obstinación es otro de los compromisos ineludibles de todo cronista que se precie de serlo.
Dicho esto, quien en la actualidad es, con orgullo y humildad, el cronista oficial de esta ciudad patrimonio mundial, Bien Cultural de la Humanidad, no tiene otra que defenderla con sus modestas armas, las de la palabra, en una cuestión que, sin ser trascendental ni afectar a sus sólidos cimientos, puede dañar su limpia ejecutoria, aunque sea levísimamente. De ahí que no le quepa otra que afirmar, con la rotundidad de lo perfectamente constatable y contrastable, que la romería de San Benito no comenzó en 1947, sino en 1948. Será, por tanto, el próximo año cuando se cumplan 75 de dicho acontecimiento y se deba entonces celebrar.
Me basaré, no en vivencias y recuerdos personales, que son muchos e intensos, pues soy el único superviviente del grupo de laguneros que pusimos en marcha el arrollador río de la gran romería sambenitera, sino, como no podría ser de otra forma, en la documentación bibliográfica y hemerográfica existente, a la que me ceñiré de manera estricta.
Antes conviene hacer una puntualización: hasta 1947, la fiesta anual del patriarca benedictino, el domingo siguiente al de la pascua de Pentecostés, era una romería espontánea, muy animada y popular porque los campesinos de la extensa comarca de Aguere y de fuera de ella se congregaban ese día con su ganado en los alrededores de la ermita del santo, hoy parroquia, para, siguiendo una tradición centenaria, recibir la bendición de la Iglesia y acompañar la imagen en su procesión por las calles de la villa de arriba. El pausado cruzar del ganado desde primera hora de la mañana por las vías de la población, acicaladas las reses con vistosas y sonoras colleras y conducidas con la clásica aguijada por dueños y gañanes, era un espectáculo hermosísimo, de tipismo auténtico. Lo de 1948 consistió, que no fue poco, en darle con innegable fortuna un gran estirón a la que era una fiesta de barrio a la vez que una de las más antiguas romerías de la Isla, y transformarla en la gran festividad de dimensión y aliento regionales en que se convirtió casi de inmediato.
El error, que viene sosteniéndose con empecinamiento digno de mejor causa desde hace una veintena de años, partió de la interpretación abracadabrante de un expediente de 1947 que se conserva en el Archivo Histórico Municipal lagunero, en la caja 5.471-1. Consta únicamente de un oficio del secretario de la comisión organizadora de la fiesta de dicho año, don Gonzalo Antonio Hernández Arrón, con el que le adjuntaba al alcalde la preceptiva solicitud de autorización al gobernador civil para celebrarla, a fin de que el regidor la informara, como también era obligatorio, y le diera curso reglamentario; o sea, un simple pero inevitable trámite administrativo. El escrito lleva fecha 26 de mayo, fue registrado el 28 inmediato y la fiesta se celebró tres días más tarde, el 31 y el primero de junio. Hernández Arrón aprovechó la oportunidad para pedirle a su digna Presidencia [el alcalde] si podría (sic) conceder algún donativo con destino a dichos festejos, por carecer de recursos para ello, que se le denegó.
Sobre este «sólido bloque de granito berroqueño» se montaría, medio siglo más tarde, un carajal de tintes surrealistas. Todo, por no saber leer o hacerlo a trompicones. Thibaudet hace una sabia distinción entre lector y leedor.
Recordemos también, antes de continuar, en qué consistieron, según la prensa insular, los actos del 1 de junio de 1947, día principal de la fiesta: diana floreada, a las 6 de la mañana; misa rezada, a las 8; a las 11, partido de baloncesto con entrega, durante el descanso, de trofeos de un concurso de danzas típicas y de la feria de ganado; función religiosa en la ermita al mediodía; a la una, procesión del santo hasta La Concepción, como era tradicional, precedido por un par de danzas –¿las que habían participado en el concurso?– y seguido, como siempre, por los labradores y ganaderos con sus reses; al regreso al templo, bendición de los panecillos y del ganado y fuegos de la entrada, carrera de sortijas a caballo, a las 3 de la tarde, partido de fútbol a las 5, entre el Hespérides y el Victoria, en La Manzanilla; a las 6, paseo y música y, como final de fiesta, verbena (EL DÍA y La Tarde, 31.05.1947). Ni en la carátula del expediente, ni en el oficio de marras, ni en la prensa diaria y no diaria, ni en revistas y otras publicaciones de 1947 aparece mención alguna a la romería.
El por qué y en qué ha consistido el burdo error quedan para otro artículo.
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