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MI REFLEXIÓN DEL DOMINGO

Dadles vosotros de comer

Desde antiguo, los cristianos acostumbramos a considerar en la Eucaristía tres cosas: Presencia Sacramental de Cristo, Sacrificio Pascual del Señor y Banquete de los cristianos. La Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo que celebramos este domingo, trasladada del jueves, centra nuestra atención en estas tres realidades.

Desde el origen de esta fiesta, se ha querido subrayar, de un modo especial, la presencia de Cristo en la Eucaristía también fuera de la Santa Misa. En la procesión con el Santísimo, tan característica del Corpus, se hacen todos los esfuerzos para conseguirlo.

Esta presencia de Cristo tiene su origen en el memorial de la Cena Pascual que se realiza en el altar cada vez que se celebra la Santa Misa. Es lo que escuchamos en la segunda lectura de hoy: «Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva».

Memorial es un neologismo que se hace necesario para poder expresar, de algún modo, lo que no sucede en ningún otro orden de la naturaleza: un hecho del pasado, la Cena del Señor, que adelanta allí su muerte y resurrección, y que ahora, en nuestro tiempo, no solo se recuerda sino que además se actualiza y se hace presente como si estuviera sucediendo de nuevo.

El sacrificio de pan y del vino que ofrece Melquisedec, y que contemplamos en la primera lectura, prefigura el Sacrificio de Cristo bajo las especies de pan y de vino. Es el Cuerpo «que se entrega»; es la Sangre «que se derrama». ¡Y se hace necesario siempre avivar nuestra fe ante un misterio tan grande!

Pero nunca podemos olvidar que la Eucaristía es siempre comida y bebida, la más grande, sabrosa y sagrada del pueblo cristiano.

En el Evangelio de hoy contemplamos cómo los discípulos están preocupados por la comida de aquel inmenso gentío y van a decírselo al Señor: «Hace falta que vayan a los lugares cercanos donde puedan encontrarla».

¡Nosotros, como ellos, constatamos que sin alimento no hay vida. Es imposible.

Y cuando Jesús se decide realizar la multiplicación de los panes y de los peces, pronuncia una bendición que recuerda la de la Última Cena.

Hoy y siempre deben resonar en nuestros corazones las palabras del Señor en aquella noche memorable: «Tomad y comed…» «Tomad y bebed…» ¡Y de esta manera, nos manda celebrar la Santa Misa y hace sacerdotes de la nueva alianza a sus discípulos!

Y ya sabemos que en la solemnidad del Corpus se celebra la Jornada Nacional de Caridad. ¡Es normal que sea así, porque la Eucaristía es signo, fuente y exigencia de amor! Y se nos advierte siempre que, después de la comunión eucarística, tenemos que «demostrar con obras de caridad, piedad y apostolado lo que ha recibido por la fe y el sacramento».

Con aquel milagro Cristo nos manifiesta que el Reino de Dios no consiste solo en palabras sino también en pan y en atención material además de la espiritual. Por eso Él proclama: «Buscad sobre todo el Reino de Dios y su justicia y todo esto se os dará por añadidura». (Mt 6, 33).

En medio de tantas necesidades de todo tipo que la terrible crisis actual manifiesta y acentúa, los cristianos hemos de considerar también dirigido a nosotros lo que dice Jesucristo a los discípulos en el Evangelio de esta solemnidad: «Dadles vosotros de comer».

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