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EN EL CAMINO DE LA HISTORIA

Salamanca de nuevo

Miguel de Cervantes, en su novela El licenciado Vidriera, lo reseña: «Salamanca que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que la apacibilidad de su vivienda han gustado». Y es así. Una vez pasados 6 años conviviendo con todo lo que esta ciudad encierra, donde inicias y concluyes la Licenciatura de Medicina y Cirugía, siempre asalta el deseo de volver; volver para ir desempolvando la vieja memoria histórica y las antiguas vivencias estudiantiles.

Y así aconteció. Días pasados volví a Salamanca, una vez más, y me recreé en la grandeza de su Plaza Mayor invadida por tertulianos, extranjeros y, sobre todo, por estudiantes que pasan camino de sus respectivas facultades o simplemente que se paran entrelazando conversaciones, al igual que entonces, sobre la clase que no se pudo asistir pero que nos informan sobre la que el profesor había dictado ese día.

La calle La Rúa seguía dirigiéndonos hacia la universidad, donde en su tiempo se impartían las lecciones de Derecho o el Palacio de Anaya, lugar para la Filosofía y la Filología, y al frente la mayestática presencia de la Catedral acompañada por la Universidad Pontificia y la arquitectura gótica de la Casa de las Conchas, donde sus piedras doradas se proyectan con más fuerza si cabe en nuestra memoria.

Y el palacio de Fonseca, antigua Facultad de Medicina, donde dábamos los tres cursos que componían lo que denominaban preclínicos, y que una vez que nos recreamos en el lugar lo dejamos atrás acercándonos a la plaza de Las Agustinas y el Palacio de Monterrey, adentrándonos en la calle Prior atiborrada de entusiasmo juvenil que continúa no solo por su marchamo histórico, cultural y universitario sino por las ausencias de los que allí estuvimos en su momento, tanto compañeros como profesores que transitaron en nuestra vida académica con una exquisita responsabilidad y dedicación que motivó saliésemos preparados debidamente para poder afrontar los retos que la profesión de médico nos iba a presentar.

El recuerdo para ellos ha sido una constante en las visitas que hemos propiciado para volver a Salamanca porque efectivamente es así, como nos lo presenta Cervantes y aunque existen diferencias en el ámbito estudiantil como aquella pléyades de estudiantes suramericanos que llegaban para realizar los estudios de Medicina porque así no tenían que revalidar en sus países de origen el titulo dado el prestigio de la universidad salmantina en Hispanoamérica.

Nos reencontramos con la incontestable y atormentada figura de Unamuno y sus vicisitudes políticas que despertaron nuestras inquietudes por su inconformismo intelectual que se instauró como paradigma del universitario , lo que nos llevó a colaborar en el periódico universitario El Gallo, lo que nos hace sentir que hoy como ayer Salamanca sigue viva, estando en el mejor sitio para desarrollar su impronta universitaria incrustada en la memoria histórica de los que por allí pasamos.

Volveremos porque tenemos la sensación que siempre nos queda algo pendiente, no solo una conversación, no solo un reconocimiento a un profesor sino un compromiso con uno mismo porque tenemos claro que Salamanca fue para muchos de nosotros reducto para la rebeldía como universitarios comprometidos con nuestra exigencia como alumnos y para desarrollar un concepto amplio de la Universidad, más allá de lo académico que en Salamanca se acrecienta y reafirma.

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