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José María Lizundia

Múltiples cambios en el negocio literario

La facilidad de publicación de hoy nada tiene que ver con la dificultad de ayer. Esther Tusquets escribía en sus memorias que como editora de libros de su gusto y calidad, le salvó de la quiebra El nombre de la rosa de Humberto Eco. De aquel mundo no queda ni rastro, las editoriales se han sumado a las condiciones de rentabilidad de cualquier otra empresa, no hay productos que no sean rentables, los grandes autores tienen posibilidades de aflorar por mil lugares. El resto sabe a quién se va a repercutir el riesgo empresarial, de una u otra forma: al autor.

Los grandes sellos incluso se avienen editar, si no hay garantía de ventas, siempre que ellos no asuman riesgos y costes. Si esto es así en la gran industria cuanto más será en las pequeñas. Ahora en las grandes puedes encontrar erratas que antes serían impensable. Los correctores son coste añadido.

No advertir de estos grandes cambios –la edición es negocio, nadie está dispuesto a arrostrar pérdidas o encomendarse al ciego mecenazgo– hace que autores y aledaños se muestren como si nada hubiera cambiado y sigan bajo los parámetros de siempre, de eso nadie dice nada. Conviene darse el antiguo y simbólico lustre del escritor. Pequeñas editoriales afincadas en la administración por subvenciones, viven exclusivamente del número de libros publicados, como determinados cultivos por la UE. Aquí todo el coste es de la administración. Pero al menos así se conservan trabajos de investigación, históricos o imprescindibles que en otro caso desaparecerían. En algunas empresas cabía dentro del simulacro general hablar hasta de agentes literarios. Era frecuente oír al menos en Canarias que los autores no llegaban a la península, pretendiendo que fuera la Administración quien se lo facilitase. Ahora no hay más que ver a autores canarios –es cierto que siguen en Canarias interesantes editores– en editoriales peninsulares, algunas especializadas en géneros. Sin que quepa hablar de una literatura pre (peor) y post (mejor), sino de facilidades de negocio para las empresas.

Las presentaciones y promociones han cambiado de agentes también, en las decenas de miles de títulos publicados anualmente. Al estar el mercado tan concurrido de oferta con libertad de intervención se ha producido el fenómeno de colectivización. Asociaciones de escritores, agrupaciones en torno a géneros, presentaciones conjuntas, riadas de ferias de libros, promociones grupales y sobre todo la fidelización en las redes de amigos, como resultado de falta de suficiente amparo y promoción editorial que esta reserva solo para quienes les van a dar beneficio, la distribución también ha cambiado con la fórmula de amigo lector al que se le hace participar.

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