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José María Lizundia

La exministra de Sánchez y del Sáhara español

El periódico El Correo de Bilbao, del día 28 de mayo pasado, publicaba una entrevista a toda página de la exministra Arancha González Laya, igual de sorprendente que conmovedora. Y espectacular, por cuanto a grandes letras arriba y ocupando el ancho de página, rezaba así: «No me arrepiento, volvería a acoger a Ghali por ser un ciudadano español que necesitaba auxilio». Debiera chocarle que un ciudadano español sea presidente de un pseudoestado (RASD) de un único partido político militar y en países, con representación diplomática, fuera responsable de la muerte de 280 españoles, y de no librarle entonces un pasaporte español, de no tenerlo, para entrar legalmente en España.

Resulta inapropiado hacer cábalas sobre los conocimientos que pueda tener sobre la historia del Sáhara, si sabe que el Polisario se transformó en estado, si fue reconocido por países, si firmó la paz y fin de la guerra con otro estado como Mauritania; es evidente que desconoce todo sobre el Sáhara, pero después de la que organizó/organizaron, debería haber tenido la curiosidad al menos de buscar el Sáhara en el mapa, empezando seguramente por el Golfo de Guinea por sonarle también a español. Resulta curioso que disponiendo el doctor Sánchez de tantos estrechos colaboradores sin estudios, abultadamente analfabetos, y se me ocurren Lastra, Iceta, Patxi López, Zaragoza, etc. y otros con discretísimos como la ministra educativa, el presidente del Senado, elija a una que, teniéndolos, es analfabeta en grandes áreas ajenas a sus específicos conocimientos técnicos de su trabajo. Lo que Ortega y Gasset llamaría científicos especialistas solo en lo suyo y en detrimento de todo lo demás, que esta ministra pareciera haberle inspirado.

La brutalidad cognitiva de ella, por tan yerma en mera cultura general, ayuna en lectura de periódicos e incomprensión de telediarios, roza la barbarie. Esta elección del presidente doctor es tan inteligente que la ministra Laya añade en la entrevista que volvería acoger al ciudadano español «porque de no hacerlo hubiera incurrido en un delito muy serio de denegación de auxilio a una persona española». Hay que ser muy animal para pensar que la denegación de auxilio solo es a persona española y no por el principio de jurisdicción nacional (ministra de asuntos exteriores) a los delitos que se cometen en España: estas declaraciones las hace la persona que representaba España internacionalmente. Qué cosas no haría y qué barbaridades habrá podido decir. Estas declaraciones las hace conociendo que Sánchez ha reconocido la marroquinidad del Sáhara. Este caso tan extremo de catetismo y disipación debería ahondar en la crítica de los representantes actuales de izquierda, tan radicalmente indocumentados, que nadie señala.

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