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Alejandro de Bernardo

Teide, «panda de burros»

Que nadie se ofenda. O por lo menos, que se ofendan los que tienen razones para ello. Es habitual, por otra parte, que el ofensor se dé por ofendido. Sujetos muy próximos a esa categoría de la que ya les hablé hace tiempo: «los ofendiditos»… y es que cualquiera se siente por encima del bien y del mal. Y susceptible. Y capaz de sentirse herido por el aire de las flechas. Pero vayamos al grano.

«Menuda herencia para las generaciones futuras con esta panda de burros». La expresión –que le salía del hígado a César Manrique– se refería a aquellos políticos que presumían de su milagro económico –el del pelotazo-, importándoles bien poco el destrozo paisajístico que estaban ocasionando sus decisiones. Lo traigo a colación porque en este país en el que tan pronto estamos en un extremo como en el contrario, en ese movimiento pendular que tanto nos caracteriza, resulta que están circulando por ahí noticias que, cuando menos, incomodan, preocupan o cabrean. O todo junto.

Se trata del nuevo plan rector de uso y gestión, del Parque Nacional del Teide y que, según cuentan, va a suponer un cambio radical en la forma de uso y disfrute sobre las normas actuales. Y no para bien. O sí. Según a quién se pregunte. Digo yo que los que lo han elaborado entenderán que es lo mejor, pero no creo que para los demás, al menos para la gran mayoría, sea visto con agrado.

Está clarísimo que si ya no se va a poder hacer deporte, ni pernoctar y ni siquiera llevar las mascotas (ni aún atadas)… estamos hablando de prohibiciones mayores y más que dolorosas para tantísima gente que tiene al Teide como parte fundamental en su vida, mucho más allá de la contemplación de la que todos disfrutamos.

Y es que no sólo va a ser eso, porque si miramos la letra pequeña vemos que se acabó aquello de ir en bici por los senderos. Se reduce a las vías asfaltadas. Prohibida también la circulación con vehículos fuera de las carreteras y pistas autorizadas -un 4x4 no podrá pasar por el Corral del Niño o el Contador. Hoy en día sí se puede-. Tampoco se podrá pernoctar en los vehículos o subir al pico, por el sendero de Telesforo Bravo, si no es en ruta guiada –es decir, pasando por caja–. ¿Y las motos? ¡¡¡Madre mía!!!

Y, ¿qué pasa con las pruebas deportivas que ya son tradición y que han ganado un prestigio mundial como la Tenerife Bluetrail, u otras como la TEIDE 360 o la Vuelta al Teide? Pues… todo indica que, habrían llegado a su fin. Parece que solo se reserva autorizar la Vuelta Ciclista a Tenerife.

A mí todo esto –con todos los respetos– me recuerda a una vajilla que tenía mi madre bien guardada y a buen recaudo y que no la he visto más de dos veces sobre la mesa. Yo le suponía de un valor incalculable. Me fui haciendo mayor y aquella vajilla que imagino envejecería no a un ritmo menor que el mío, no se asomaba por el comedor ni en fiestas, ni vísperas, ni fines de semana o años bisiestos. Nunca más la vi. En consecuencia creo que ha pasado su vida casi virginal en el baúl de los recuerdos. Le he cogido un cariño y le estoy tan inmensamente agradecido a la vajilla diaria de Arcopal… que me duele un oído cada vez que un plato amenaza con suicidarse por agotamiento aprovechando un resbalón o una gota a destiempo de Fairy.

No sé si será por estos años en los que se nos ha prohibido hasta estornudar, que yo no lo veo. ¿Tanto se ha deteriorado el Parque Nacional del Teide recibiendo como ha recibido 4,4 millones de personas al año, para implantar medidas tan drásticas? Pero sigo con las preguntas de un ignorante de la vida: ¿para qué queremos este tesoro si no vamos a poderlo disfrutar? ¿Lo metemos también en el baúl de los recuerdos, o nos comprometemos a respetarlo, cuidarlo y restaurarlo cuando lo necesite? ¿Y si todo se arregla con educación y palo? Educar en el respeto y cuidado de la naturaleza a lo mejor es suficiente por otros 1.500 años más. Y las multas correspondientes para los que no se aprendieron la lección podrían ser la guinda a esa prórroga nada caprichosa. Pues de cosas así depende nuestro desarrollo armónico y la felicidad a la que aspiramos. No solo de la economía, los números o las apariencias. También del paisaje y del suelo que disfrutamos. Déjennos vivir en paz. Déjennos vivir.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es

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