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Día de Canarias

Nacimos en un rincón, en una cama de hospital que pertenece a un barrio, a un pueblo a una ciudad cuesta arriba, a una isla, a un archipiélago salado.

Hay gentes que dicen que no son de las piedras de por fuera de sus casas, que no son del chaplón de la entrada, que son solo del mundo. Pero es que el mundo son esas piedras y también el montón de teniques del hogar de la vecina, del potaje con esencia a piña de millo.

Ser consciente de mi alrededor hace que lo ame y de ahí viene el cuidado a las tabaibas, el respeto a los perenquenes, el cariño al acento, a las palabras que nos han descubierto como personas. Somos, y ser es mucho en este mundo en el que hay gente que no se quiere a sí misma y se desprecia como sociedad. Gente que desvalora el cielo que cubre su cabeza y olvida que una vez en estas islas se creía en el sol, en Magec. Sin el sol no habría laurisilva en Las Mercedes, ni palomas turqué en sus copas. Sin el sol, no nos despertaríamos de la noche.

Pues yo también creo en el sol como los guanches que nos precedieron. Y esta creencia universal es la que hermana con los pueblos del norte y del sur de este lugar llamado mundo, la que permite que viajemos a la Isla de Tasmania y lo veamos radiante, y seamos conscientes que es el mismo que el que sale en La Laguna. Que amar nuestra patria chica es amar con más fuerza la grande. Es contribuir que este planeta en el que habitamos sean esos muchos lugares de sonidos distintos donde el sol alumbra más o menos fuerte.

Esta semana en la que celebramos el Día de Canarias deseo que seamos piedra antigua, gofio en el paladar o, como decía papá, que seamos molinos.

«Mis molinitos son tres, piedra sobre piedra, tenique sobre tenique».

@yaizaafonsossp

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