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con la historia

Hitler y la celiaquía

Hoy es el Día de la Celiaquía, una enfermedad que en los últimos tiempos ha logrado una visibilidad social por la que sus afectados han luchado durante muchos años. Aún queda mucho camino por recorrer, pero la situación es mucho mejor que en épocas pretéritas. De hecho, que ahora se hable de ella puede dar la sensación de que sea algo nuevo. Incluso alguien puede creer que es una moda.

Dejando a un lado la utilización bien o malintencionada que la industria alimentaria hace del gluten en sus campañas de márketing, la enfermedad como tal es antiquísima. En el siglo II dC, el médico griego Areteo de Capadocia ya describió su sintomatología al explicar el caso de un paciente que sufría dolores abdominales y diarreas. El problema era que no sabía lo que provocaba ese malestar. Solo se daba cuenta de que el afectado mejoraba o empeoraba en función de lo que ingería durante las comidas.

Régimen alimentario

Aunque de Areteo no se conoce casi nada de su vida, sus textos médicos sí que sobrevivieron el paso del tiempo y en 1856 fueron traducidos por Francis Adams. Esto sirvió de base para que la medicina contemporánea se interesara por la enfermedad. Siguiendo sus pasos, en 1887, el pediatra inglés Samuel Gee hizo la primera descripción de la celiaquía siguiendo la metodología moderna y pensó las primeras dietas para contrarrestar sus efectos. Proponía eliminar las verduras y el arroz y comer carne cruda. Ni que decir tiene que los resultados no eran muy exitosos como tampoco lo fueron los de los pediatras americanos Christian Archibald Herter y Sidney Haas. Este último se hizo famoso por proponer un régimen alimentario a base de plátanos.

Contemplar la historia de la medicina con los ojos de nuestro presente hace que algunas de esas ideas nos parezcan hilarantes, pero no se puede perder de vista que en aquellos momentos no se disponía de los medios actuales. Y si los tenemos, es precisamente gracias al trabajo de las generaciones precedentes. Es por esta razón que en pocas décadas se ha experimentado un salto inmenso, y en el proceso de estudio de la enfermedad que nos ocupa merece especial mención el pediatra neerlandés Willem Karel Dicke que, en 1934, empezó a intuir que la ingesta de trigo podía tener una influencia directa en los problemas digestivos descritos por Areteo. Las sospechas aún aumentaron más cuando en 1936, una madre observó que su hijo mejoraba o empeoraba en función de la cantidad de pan que comía. Y también por un paciente con unos episodios tan agudos que tenía que ser ingresado. Cuando era dado de alta después de recuperarse y hacía vida normal en su casa, volvía a empeorar. Fruto de esas observaciones, en 1941, Dicke ya publicó un artículo compartiendo sus planteamientos. Pero en aquellos momentos Europa estaba inmersa en la Segunda Guerra Mundial y nadie prestaba demasiada atención a la investigación. Desde 1939, Hitler estaba decidido a convertirse en el dueño del continente e invadía todo lo que podía. Por su cercanía, los Países Bajos fueron uno de los primeros objetivos. Paradójicamente, un hecho tan terrible como aquél ayudó a conocer cómo funcionaba la celiaquía.

Cuando los Aliados empezaron la ofensiva para liberar a Europa, las tierras neerlandesas se convirtieron en campo de batalla. Era imposible trabajar los cultivos y las tropas nazis inundaban muchas áreas para evitar el avance de sus contrincantes. Aquello cortó el suministro de alimentos de la zona rural hacia las grandes ciudades y en 1944 provocó lo que se conoce como la Gran Hambre Neerlandesa. Afectó a 4,5 millones de personas y se calcula que 22.000 murieron de inanición.

Dicke comprobó que los casos de celiaquía infantil disminuían y que la mortalidad asociada a la enfermedad desaparecía. La razón era sencilla: no había pan para comer. En 1945, los Aliados liberaron los Países Bajos y se acabó la pesadilla del hambre. Mientras, ese pediatra siguió investigando y gracias tanto a él como a la mejora de las técnicas de investigación se empezó a entender el efecto que provocaba la ingesta de gluten en los celíacos, que son un 1% de la población.

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