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Francisco Pomares

A un panal de rica miel…

Cepsa dio comienzo ayer al desmontaje de su Refinería en Santa Cruz y lo hizo –simbólicamente– retirando uno de los tanques para la oxidación de mercaptanos, esa molécula que apesta a huevos podridos y suele contaminar el petróleo crudo y sus productos derivados, como gasolinas, diesel o querosenos de aviación. Los mercaptanos no solo huelen fatal, también impulsan la corrosión de los materiales, contribuyen a la inestabilidad del producto de refino y pueden impedir que se alcancen las especificaciones exigidas al combustible terminado. La retirada del recipiente donde se lleva a cabo el endulzamiento del combustible fue elegida para presentar el inicio de las obras de desmontaje por el consejero delegado de Cepsa, Maarten Wetselaar. Asistieron al acto, que supone la devolución a la ciudad de medio millón de metros cuadrados de terreno, la ministra responsable de Transición Ecológica y los principales dirigentes locales: el presidente Torres, el alcalde Bermúdez y Pedro Martín, en representación del Cabildo de Tenerife. Se coló en la presentación la exalcaldesa de Santa Cruz, Patricia Hernández, que logró sentarse en la guagua en el sitio reservado para el viceconsejero de la Presidencia, Antonio Olivera, y meterse en el acto de recepción de la ministra. El asunto, de nula trascendencia práctica, estuvo a punto de provocar un incidente protocolario, pero al final no corrió la sangre, aunque sí se intercambiaron algunas miradas asesinas.

La retirada de la refinería y la entrega a la ciudad de ese medio millón de metros cuadrados es un proyecto de extraordinaria complejidad, que tiene su origen en un acuerdo suscrito hace ahora justo cuatro años entre el Ayuntamiento y Cepsa. Se trata de un proyecto ya en su día considerado como histórico por sus firmantes, y cuyo objetivo es la creación de un nuevo sistema integrado de espacios verdes, y dotaciones y equipamientos públicos, además de usos residenciales, comerciales y turísticos, que se extenderá sobre las casi 60 hectáreas que hoy son propiedad de Cepsa. La compañía, que construirá en Granadilla una terminal de almacenamiento y distribución de combustibles de 120.000 metros cuadrados, capaz de almacenar 125.000 metros cúbicos, no se retira de Santa Cruz porque sí. Lo hace porque el refino de petróleo es hoy irrentable en Canarias, y por eso –sin renunciar al suministro de derivados del crudo, que gestionará sin actividad de refino en Granadilla– Cepsa ha optado por negociar con las administraciones un proyecto de regeneración de los espacios hoy ocupados por sus instalaciones, que permitirá destinar más de medio millón de metros cuadrados a usos públicos –hasta dos tercios del territorio liberado– y el resto a usos lucrativos. Se abre así la puerta a una oportunidad de extraordinario calado para la ciudad, que creará una gran zona de expansión público-privada y recuperará el acceso de Santa Cruz al mar, una de las más antiguas aspiraciones de los chicharreros. La capital dispondrá de suelo para crear un corredor verde que conectará con las ramblas y anillará el litoral santacrucero, haciendo posible una ciudad más verde y más abierta al mar. Pero también obligará a modificar el acceso por el Sur, crear un nuevo y mayor intercambiador, ampliar el trazado final de la línea uno del tranvía y replantear la ubicación de algunos de los actuales proyectos de infraestructuras municipales.

El desmantelamiento de la refinería abre la última gran zona de expansión de Santa Cruz en su litoral y además supone –aquí nada es gratis– el compromiso municipal de recalificar en los próximos años casi doscientos mil metros cuadrados de suelo industrial para convertirlos en suelo urbanizable y edificable. Se trata de la mayor y más ambiciosa recalificación nunca realizada en la capital tinerfeña, que aportará a Cepsa plusvalías y beneficios multimillonarios, cercanos a los mil millones. Vigilar que toda esta operación se produzca dentro del respeto absoluto a las leyes, y que exista equilibrio entre lo que se promete a los vecinos y los beneficios que obtendrá Cepsa con las recalificaciones, es también una obligación de quienes ayer sonreían (o no lo hacían) en las fotos de la presentación. Y –por supuesto– de la actual oposición municipal, que fue muy crítica con el proyecto hace cuatro años. ¿Quiere ahora el PSOE municipal estar en la pomada? No, seguro que Patricia Hernández se coló en el acto para poder vigilar mejor.

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