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Alfonso González Jerez

retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Buenrollismo cultureta (2)

Debajo de esa mixtura cool de supuesta modernización gestora y cacareada voluntad de transparencia y participación en la Viceconsejería de Cultura han continuado practicándose costumbres y hábitos de siempre. Los más viejos del lugar creíamos que después de la etapa del indescriptible Aurelio González nada podía ser peor. Y no lo ha sido, es cierto, pero simple y llanamente porque Márquez ha dispuesto de más perras. Las suficientes, por ejemplo, como para contratar a un bufete peninsular a través de un negociado sin publicidad por 50.000 euros para que redactara/asesorara el proyecto de ley del Sistema Público de Cultura de Canarias. Estrictamente no es la primera vez que un departamento del Ejecutivo encarga el anteproyecto de una normativa a un postinudo bufete de abogados de Madrid. Si Márquez y su tropa lo hicieron así es por las prisas: se habían echado a sestear y necesitaban un texto para remitirlo a la Cámara regional cuanto antes a ver si se podía aprobar antes de finiquitar la legislatura. Una vez registrado, y cuando empezaron a florecer los rumores, Márquez empezó a llamar por teléfono y a remitir wasaps a algunos individuos, grupos y asociaciones para «consensuar» la futura ley. Primero se la encargas a un bufete madrileño, después la registras y finalmente buscas consensos. Qué astucia arrebatadora. Esta praxis se extiende a otras ámbitos de Podemos en la administración autonómica, como la de colocar a simpatizantes y enamorados de la causa del pueblo al frente de jefaturas de servicio, por ejemplo, y también a toda prisa, que apenas tenemos asegurados cuatro años de nada.

Otra entrañable metodología que el actual equipo de la Viceconsejería de Cultura ha intensificado y perfeccionado –ya digo que las perras lo arreglan todo– es la de bifurcar el apoyo financiero: para la hambrienta mayoría ayudas regladas de una extenuante exigencia burocrática; para algunas selectas empresas, un rotundo y generoso apoyo a través –de nuevo– del simpático procedimiento del negociado sin publicidad. Más de 320.000 euros para el encargo de un Festival de Jazz. Casi 55.000 para un Festival de Música Religiosa que gana Amy Producciones. Nada menos que 100.000 euros para la producción de la Electra de Benito Pérez Galdós. En todo caso Márquez y su no menos silencioso director general, Rubén Pérez –«a mí me llamaron aquí porque yo sé mucho de esto», suele explicar a los despistados– son particularmente aficionados a las sorpresas. Por eso han tomado este año el Festival de Artes Escénicas de Canarias y lo han transmutado en el programa Canarias en Escena «para general en el archipiélago n ecosistema fuerte que cumpla con el derecho a la cultura pero también para fortalecer nuestra industria escénica» (sic). Es una convocatoria internacional y contará con un presupuesto de más de 250.000 euros. Más o menos la misma cantidad que se ofrece en las convocatorias para producciones teatrales canarias. Uno habla con las compañías teatrales canarias o con la Escuela de Actores de Canarias y, por supuesto, no han tenido ninguna noticia previa sobre esta reorientación de la política sobre artes escénicas de la Viceconsejería de Cultura. En cambio, lo que sí puede detectarse prestando un poco de atención es la rítmica, casi musical repetición de algunos nombres, sin duda casual, y que sorprendentemente comienzan a prosperar en otros ámbitos, como Presidencia del Gobierno, como algunos ayuntamientos socialistas. Nombres que como los antiguos dioses operan a veces con otros nombres y que en los últimos dos años y medio han creado un tapiz de intereses, conexiones, tráficos de información y simpatías complementarias y muy operativas. Es como una orquesta silenciosa y quieta pero precisa y lucrativa. Todo es tan moderno. Tan cool, tan chachi, tan participativo.

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