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José María Lizundia

El grupo queer y transfeminismo: Paul B. Preciado

Supe de la existencia de Beatriz Preciado, antes de ser Paul B. Preciado, por una entrevista que le hizo Fernando Sánchez Dragó con ocasión de la publicación de un libro, que rápidamente compré. Beatriz Preciado nació mujer en Burgos de familia de clase media, así como no se encontraba en el cuerpo de mujer, tampoco veía al hombre sin cierta aprensión y desagrado, administrándose testosterona se asimiló a ellos. Tampoco quería ser hombre y lo que la obsesionaba era buscar una salida de vida individualizada. En el fragor de esa batalla personal, de formación filosófica, es reclamada por Derrida y es referente fundacional de la Teoría queer, más tarde se doctora por la universidad de Princeton, lo que según ella le confiere cierta respetabilidad. Recluida en la jaula Trans, marcado por la taxonomía legal, médica, psicoanalítica, de psicótica y disfórico de género, obviamente no es esa la salida que busca. Mientras el feminismo de izquierda tradicional, siempre ha partido de la diferenciación sexual, el feminismo gubernamental, del grupúsculo del Ministerio de Igualdad lo hace como mercadillo de género para adolescentes que se les hace cuesta arriba serlo. Pero debe dejarse anotado que realmente hay personas a las que la naturaleza (no la Cultura) les ha jugado una mala pasada, porque efectivamente su cuerpo no se corresponde con sus sentimientos e identificaciones. Que la propia naturaleza haya impuesto indeterminaciones y mezclas no puede servir para decir que nacemos en cuerpo equivocado, por veces que pueda ocurrir. El último libro publicado por Paul B. Preciado se titula Yo soy el monstruo que os habla, de subtítulo Informe para una academia de psicoanalistas, es la conferencia que no pudo terminar al soliviantar a 3.500 psicoanalistas y psiquiatras que asistían. Preciado llega a hablar de un nuevo fenotipo femenino y el alumbramiento de nuevas genealogías, que aún desconocemos. De su maestro Derrida adopta la deconstrucción del género, el sexo y la sexualidad; de Foucault el cuerpo transgredido y vulnerado. No sabemos de quien (o sí) el heteropatriarcado colonial. De colonialismo propiamente hay dos siglos, no está EEUU que sería imperialistas y anticolonialista. Si el heteropatriarcado es sustancia, el colonialismo es un accidente, pero hay que sumar sujetos a la revolución. Judith Butler y Preciado disuelven el régimen del género binario, han eliminado todas las fronteras, flotar sin posarse, transmigrar, una aspiración solo al alcance de diosas. La biología y la ciencia: hombres blancos. Sus experiencias vital e intelectualmente drásticas, no pueden como casos personales extrapolarse al conjunto de la raza humana, la típica tentación revolucionaria totalitaria: representar a todos. Entretanto, Irene Montero: menstruación ardua pero normativa. Otra peli.

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