eldia.es

eldia.es

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

con la historia

Un país de nombre principesco

Filipinas es actualidad en las páginas de internacional porque el hijo de los dictadores Ferdinand e Imelda Marcos, conocido como Bongbong, ha ganado las elecciones presidenciales de forma tan incontestable como sorprendente para quienes no seguimos la actualidad del país asiático.

Un país de nombre principesco

A pesar de ser una noticia importante, ha pasado bastante inadvertida. Llama la atención la poca vinculación que actualmente existe entre España y el archipiélago, a pesar de que fue territorio colonial entre 1521 y 1898, como si esos cuatro siglos de historia se hubieran esfumado. Sobre todo si se compara con Cuba o Puerto Rico, que también se emanciparon de Madrid en el mismo momento.

Las razones que lo explican son diversas, empezando por la distancia y la forma en que se procedió al control de Filipinas, porque se realizó desde las colonias americanas, estableciendo una relación a tres bandas que de entrada dio suculentos beneficios. El problema fue que este sistema colapsó a lo largo del siglo XVIII, cuando los territorios americanos empezaron a luchar por su libertad. Entonces la metrópoli intentó reconducir la situación mediante el monopolio de productos de consumo interno, como el tabaco y algunos alcoholes indígenas. Para asegurar que la población autóctona tenía el poder adquisitivo suficiente para comprarlos, se fomentó la exportación de materias como el azúcar o el café. Así, a partir de 1765, se crearon líneas regulares de navegación para conectar con la península Ibérica; y en 1785 se fundó la Real Compañía de Filipinas, dedicada sobre todo al negocio tabaquero. Para acabar de asegurar la economía del archipiélago, durante la década de 1830 se abrieron los puertos al comercio internacional. Pero por los océanos, aparte de mercancías y dinero, también circulaban las nuevas ideas políticas de la época y la élite local protagonizó las primeras revueltas contra el dominador español.

A mediados del siglo XIX, la organización financiera dio las primeras señales de estancamiento y derivó en una gran crisis que no se revirtió hasta 1880, cuando se buscaron inversiones privadas. Se priorizaron a las empresas españolas que, favorecidas por el proteccionismo y el traspaso de capitales que abandonaban una Cuba ya sublevada contra España, permitieron la reactivación filipina. Además, se había abierto el canal de Suez y el comercio con el Pacífico se había agilizado muchísimo. Los países de la zona empezaban a ganar una importancia relevante en el tablero político-económico global. Pero la alegría duraría poco.

Según historiadores como María Dolores Edizalde, el error de España fue no escuchar las reivindicaciones de las élites filipinas, que acabaron decantándose por el separatismo porque no se les ofrecía un encaje en España. Una situación bastante similar se dio en Cuba y ya sabemos qué ocurrió en 1898.

Está claro que tampoco se puede obviar la entrada en escena de un nuevo y joven actor, Estados Unidos, que con descaradas ansias expansionistas destrozó al ejército colonial español con una facilidad insultante. En el caso filipino, la flota de EEUU hundió nueve barcos de la escuadra del Pacífico en tan solo siete horas. Aquello dejó vía libre a los norteamericanos para invadir Manila, lo que les proporcionó el control del resto del territorio.

Lo interesante es que, pese a que Filipinas quedó bajo la órbita de Washington, perduró la idea de que ahuyentando a los españoles se habían desembarazado del colonizador aunque hasta 1946 los designios del país asiático fueron regidos, directa o indirectamente, por EEUU. Seguramente, esto explica que a partir de entonces empezaran a adoptar el inglés, dejando de lado al español.

Esto no quiere decir que se rompieran todos los vínculos. Las órdenes religiosas se mantuvieron operativas y el catolicismo siguió como gran religión del país y, además, las empresas continuaron operando durante la primera década del siglo XX gracias a una de las pocas cláusulas favorables a los intereses españoles del Tratado de París, que reconocía la pérdida de control de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. A partir de ese momento entraban en juego otros países que marcarían la historia que se escribió a partir de 1898.

Compartir el artículo

stats