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Joaquín Rábago

La jactancia de Biden sobre sus servicios de inteligencia abona la propaganda del Kremlin

A falta de éxitos en su propio país, donde muchas de sus propuestas de contenido social tropiezan con el filibusterismo de los republicanos, el presidente Joe Biden ha optado por ufanarse de sus éxitos fuera.

No hay duda de que uno de esos triunfos es haber logrado la unidad de los gobiernos europeos frente a la invasión rusa de Ucrania hasta el punto de que dos países hasta ahora neutrales como Finlandia o Suecia quieren apuntarse a la OTAN.

Pero los continuos alardes del político demócrata, sobre todo los referidos a la ayuda que los servicios de inteligencia de EEUU están prestando a los ucranianos, pueden resultar contraproducentes.

Uno de los columnistas más influyentes de la prensa estadounidense, Thomas Friedman, de The New York Times, advertía hace unos días de las posibles consecuencias no deseadas de las palabras de Biden.

Este ha hablado de «genocidio ruso», de «crímenes de guerra» del país invasor e incluso llegó a afirmar públicamente que el presidente Vladimir Putin no podía continuar en el poder, lo que obligó a su propio Departamento de Estado a relativizar sus palabras.

Las filtraciones más o menos interesadas del Gobierno de Washington indican que los datos de la inteligencia estadounidense ayudaron a los ucranianos a hundir nada menos que el buque insignia de la flota rusa del Mar Negro.

Según fuentes del Gobierno de Kiev y de la OTAN, el crucero Moskva fue atacado con misiles del Ejército ucraniano aunque el Kremlin, seguramente avergonzado de esa pérdida, atribuyó lo ocurrido a un incendio que estalló a bordo del buque.

Estados Unidos se ha jactado también de que las informaciones proporcionadas a las Fuerzas Armadas ucranianas facilitaron la muerte de varios generales del ejército invasor.

Y el propio Biden se ufanó en una planta que fabrica los misiles antitanque Javelin que tanto las armas como los datos de inteligencia proporcionados por EEUU era lo que «marcaba la diferencia» en esta guerra.

A su vez, el jefe del Pentágono, Lloyd Austin, afirmó durante una reciente visita a Europa –primero en Polonia y luego en Alemania– que el objetivo de Washington no se limitaba a ayudar a Ucrania a recuperar la soberanía sobre todo su territorio.

Se trataba al mismo tiempo de debilitar a Rusia de tal manera que no estuviese en el futuro en condiciones de lanzarse a una aventura militar como la emprendida contra su vecino.

Este tipo de consideraciones puede preocupar a algunos gobiernos europeos, que, aunque no han dejado de suministrar todo tipo de armamento para la defensa de Ucrania, no quieren verse arrastrados a una peligrosa escalada con una potencia nuclear como es Rusia.

Tanto las declaraciones públicas como las filtraciones interesadas del Gobierno de Washington contribuyen, por otro lado, aunque sea involuntariamente, a abonar la propaganda del Kremlin, que acusa a EEUU de atacar a Rusia en una «guerra subsidiaria», es decir, a través de terceros.

Hay que recordar que al principio de la invasión rusa de Ucrania, el propio Biden sostenía la necesidad de evitar un enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia.

Pero con la prolongación del conflicto, cuyo final nadie se atreve ya a prever, lo mismo el Presidente que algunos de sus colaboradores parecen haber perdido muchas veces toda contención verbal.

Lo cual contrasta, según critica Melvin A. Goodman (1), profesor de la Universidad Johns Hopkins, con el enorme secretismo de anteriores operaciones de los servicios de inteligencia estadounidenses a favor de otros Gobiernos como el de Irak en su guerra de ocho años con Irán o el de Israel frente a los palestinos.

(1) En un artículo publicado en Counterpunch.

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