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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Despertar

Aerolíneas y compañías navieras rechazan las tarifas aeroportuarias y marítimas que impondrá próximamente la UE. Supuestamente el Gobierno de Canarias liderará a las RUP frente a Bruselas para conseguir la excepcionalidad soñada. No pueden destruir nuestro turismo. No puede ser que frustren que volvamos a disfrutar de doce millones de turistas al año. No pueden hurtarnos el futuro, como ha dicho poco más o menos el presidente Ángel Víctor Torres. Pero no hay nada de épico en esta lucha agónica y sí mucho de elegiaco. La Comisión Europea –y el europarlamento– no va a exceptuar indefinidamente a uno de los principales destinos turísticos del continente. Es grotesco pensar que a los europeos les toca fastidiarse y ver reducida su movilidad aérea, pero que con sus vacaciones en Canarias les permitirán hacer una excepción. Quizás nuestras élites políticas y económicas, tan lúcidas como previsoras, consigan que a un ciudadano de Berlín le salga más caro volar a Hamburgo que a Lanzarote, pero se me antoja harto improbable, tan improbable como la satisfacción del berlinés mismo.

Dicho en plata: los aeropuertos de Gran Canaria y Tenerife Sur, simplemente por la densidad de su tráfico de pasajeros, están entre los más contaminantes de España, y lo seguirán siendo durante mucho tiempo, porque aún está lejos el avión comercial que tenga como combustible el gas licuado. Se sabía que la estrategia de descarbonización de la Unión Europea para combatir el cambio climático y la degradación ecológica tendría un precio. Ya muchos lo están pagando. Sobre todo las clases medias y trabajadoras. Y el precio se incrementará hasta mediados de siglo. «No puede ser que el turismo se convierta en un objeto de lujo», se oye insistir quejicosamente en los últimos meses. ¿Cómo que no? Durante el próximo cuarto de siglo será un lujo, un lujo accesible para muchos, pero al fin y al cabo un gasto extraordinario y no periódico en una economía familiar. Eso es exactamente lo que va a ocurrir. ¿O pensaban ustedes que bastaba mandar un SMS para salvar los casquetes polares o eludir la destrucción de ecosistemas marinos? Esa fantasía delirante en la que se desacelera la transformación del clima mientras mantenemos los mismos hábitos de consumo (turismo incluido) y basta con que separemos la basura en distintos contenedores va a tener un despertar amargo. En las próximas décadas la llamada industria turística –sobre todo el modelo masivo de consumo de sol y playa– sufrirá una crisis aguda que preludiará la mutación financiera, organizativa, logística y comercial del sector. El turismo mesocrático pasará un largo purgatorio. El turismo exclusivo, al alcance de bolsillos privilegiados, prosperará más y más rápidamente.

El Gobierno ruso decidió el pasado martes cortar todo el suministro por el gaseoducto Yamal-Europa que circula por Polonia. Como resultado el precio del gas se ha incrementado un 20% mientras aumenta la tensión diplomática y militar. En estas circunstancias el Gobierno canario sostiene que el impacto económico de la guerra se disipará en el último trimestre del año. Estos disparates comienzan a envolvernos ya no como honestas mentiras para nuestra diversión o consuelo, sino como una burda fantasmagoría sin pies ni cabeza. La combinación de unas tarifas aeroportuarias y marítimas escalando por los aires por decisión soberana de Bruselas con una crisis energética en pleno proceso inflacionista suponen, si las cosas no cambian, un problema estructural para el desarrollo turístico canario y puede desembocar en una amenaza existencial contra el motor económico de las islas en el último medio siglo. Que nadie en Canarias o Baleares espera algo más que una prórroga más o menos razonable o generosa de las tarifas de transporte por las autoridades europeas. ¿Y después? Después los mandamases pedirán cinco minutos más en la cama, entre el sueño y la vigilia.

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