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Limón & vinagre

Ahí os quedáis

Un rostro de nuera ideal el suyo, sin estridencias. Una melena rubia en un paisaje celtíbero. Debajo, una buena cabeza para el estudio. Voz y modales melifluos entre la bulla tabernaria que se estila. Facciones de college norteamericano que bien valdrían para anunciar un seguro de crédito, clases de pilates en un gimnasio de lujo o una óptica. Un rostro angelical que alcanza la plenitud cuando sonríe. Sin embargo, la sonrisa del régimen, esa república imaginaria que no fue, se apea de la carrera por la alcaldía de Barcelona, dejando a su partido, Junts per Catalunya (JxCAT), frente a un agujero negro de proporciones galácticas. Elsa Artadi no solo se planta frente a las municipales (mayo 2023), sino que abandona también todos sus cargos (diputada autonómica y concejal en el Ayuntamiento) y renuncia a la política después de 11 años de batalla. Así, de sopetón. Ahí os quedáis. Hasta luego, Lucas.

Alega motivos personales. Que no le queda energía, dice. Ha proclamado su despedida entre lágrimas, que no significan nada ni empañan sus capacidades ni merecen reproche (si hay que llorar, se llora). Se necesitan unas tragaderas muy elásticas en política, ese monstruo saturnal que devora a sus hijitos. Los asuntos públicos queman. Lavorare stanca, decía Pavese. Trabajar cansa muchísimo. Pero más bien la espantada de Artadi cobra sentido tras el desistimiento, apenas tres días antes, de su jefe, su mentor, la uña de su carne, el expresidente Carles Puigdemont. El prófugo ha renunciado a la presidencia de JxCAT, formación que nació a la carrera en el otoño de 2017, en la habitación de un hotel de la ciudad belga de Oostkamp, ocasión en la que Artadi no tuvo problema en romper en pedacitos el carnet del PdeCat, el partido (de Artur Mas) que la había encumbrado.

Si Puigdi lo deja, ya nada tiene sentido. Muy probablemente estemos asistiendo a la implosión del partido, la supernova del independentismo, bum. Les aguarda un congreso peliagudo en junio, durante el cual empuñarán los sables las dos principales familias, la más alineada con la antigua Convergència y los hiperventilados del procés. No les ha funcionado la estrategia de disparar a bulto contra Esquerra Republicana, que ha apostado por el diálogo. Encima, tendrán que sacarse un alcaldable de la chistera.

En la renuncia de Artadi no son descartables tampoco las pésimas expectativas de voto para su partido de cara a las municipales del año próximo.

JxCAT pinta menos en el consistorio barcelonés que Jacinto en su boda, que era el novio y lo mandaron a por el botijo. Tanto es así que, en medio del caos, han barajado la posibilidad de sacar del armario al exalcalde convergente Xavier Trias, en una supuesta maniobra bautizada como operación Joe Biden en honor a la veteranía del presidente norteamericano. Bien mirado, habría tenido su gracia un ticket electoral compuesto por Trias y Elsa Artadi, convertida así en la Kamala Harris catalana.

Otros pajaritos pían por los mentideros políticos que anda sumando muchos enteros la posible candidatura independiente a la alcaldía del empresario Sandro Rosell, expresidente del Barça. Esa posibilidad, el tirón de Rosell, quien pasó 643 días en prisión preventiva antes de su absolución del delito de blanquear comisiones, habría contribuido también a desanimar a Artadi, pues ambos pugnarían por la misma porción de pastel; esto es, el voto de la Barcelona pija, la que veranea en lo mejorcito de la Costa Brava y esquía en la comarca de la Cerdanya.

Con pedigrí

La protagonista de hoy es una mujer de buena familia, con pedigrí, un ejemplar preclaro de los cachorros que viven por encima de la Diagonal, la avenida de 11 kilómetros que divide Barcelona en dos, los de arriba y la clase de tropa. A la pobre Artadi le cayó la del pulpo por lucir en campaña un plumífero de la marca Moncler que cuesta más de mil euros, ignorante la maledicencia de que en Bruselas y Waterloo hace un frío del carajo. Guiños aparte, el suyo es un currículum apabullante: doctora en Economía por la Universidad de Harvard, dio clases en la Universidad Bocconi de Milán y trabajó para el Banco Mundial en Casablanca y Washington.

-Tanto estudiar pa qué.

-Hombre, pues se ha llevado sus buenas nóminas, ha ejercido cargos de mucha responsabilidad y nos ha dejado la Grossa.

O sea, la Gorda, la lotería que había de plantarle cara al Gordo de Navidad, ese sorteo que une a los españoles tanto o más que el puente de la Constitución y el cocido en sus diferentes versiones geográficas.

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