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Colaborar con el Buen Pastor

Una de las imágenes más hermosas y atrayentes de Jesucristo es la que nos lo presenta como Buen Pastor. Es lo que sucede cada año el cuarto domingo de Pascua.

En el Tiempo Pascual esta imagen adquiere un relieve especial porque nos presenta a Jesús como el Pastor Bueno que ha entregado su vida por las ovejas y ha resucitado. Este domingo la Liturgia de la Iglesia proclama: «¡Ha resucitado el Buen Pastor que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey. Aleluya!»

En el texto breve del Evangelio, Jesucristo nos presenta un resumen de su condición de Pastor: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano…» ¡Qué hermoso!

De este modo, encontramos nuestra seguridad en Él. No es vana aquella confianza de la que nos habla S. Pablo: «Bien sé de quién me he fiado» (2Tim 1, 12).

Se nos invita, por tanto, este domingo a reflexionar y a orar saboreando lo que proclamamos en el salmo responsorial: «Somos su pueblo y ovejas de su rebaño».

Y esto hemos de llevarlo a la práctica siendo ovejas buenas de tal Señor, porque le escuchamos, le seguimos y le damos a conocer.

La segunda lectura nos enseña que el Buen Pastor está en el cielo, donde atiende con amor, ternura y eficacia infinitas a los que han llegado de «la gran tribulación» y «están ante el trono de Dios dándole culto día y noche en su templo». Y ya sabemos que, al mismo tiempo, quiere también continuar siendo el Buen Pastor de su pueblo peregrino en la tierra. Esto se realiza a través de su cuerpo, que es la Iglesia, en el que hay «diversidad de ministerios y unidad de misión» (Ap. Act., 2). Y todos tenemos que ayudarle a realizar esa tarea según la vocación de cada uno.

A todo ello puede ayudarnos la celebración de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se ha unido, desde hace más de 50 años, a este domingo IV de Pascua.

¡Qué necesidad tenemos de que aumenten las vocaciones en nuestras Iglesias de antigua tradición cristiana! ¡Somos tan pocos para tantas necesidades! ¡Oración y acción es la respuesta! ¡Don y tarea que decimos siempre!

Ante todo, la oración, porque la llamada viene de Dios, y la respuesta se apoya en Él y en su gracia. Pero hace falta también la acción. Solemos decir que Dios no tiene un teléfono u otros medios materiales para hacer llegar sus llamadas en directo a cada uno sino que cuenta con las mediaciones humanas. Y cuantas más sean las mediaciones humanas más serán las llamadas, las vocaciones, que eso significan. Por tanto, ¡el que haya más o menos vocaciones también depende de nosotros!

Pero, por otro lado, hay muchos países donde hay muchas vocaciones. ¡Son los países de misión! Desde hace unos años la Jornada de las Vocaciones Nativas se ha unido a la Jornada de Oración por las Vocaciones. Esta Institución Pontificia se llama la Obra de S. Pedro, que nació como ayuda a los jóvenes de los países de misión que querían ser sacerdotes, y hace poco tiempo que se ha ampliado a las mujeres que tengan también la ilusión de consagrarse al Señor. El Papa San Juan Pablo II pedía que no se perdiera ninguna vocación «por falta de recursos económicos». De ahí la colecta que se hace este día para esa finalidad en nuestras parroquias y demás comunidades cristianas.

Es impresionante, por tanto, el panorama que se nos ofrece este domingo: ¡Por un lado, la falta, a veces alarmante, de vocaciones! ¡Por otro, abundancia de vocaciones, pero con dificultades para llevarlas a término!

En resumen, ¡felicitémosnos porque Cristo es nuestro Pastor y porque ha puesto en nuestras manos tanta responsabilidad!

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