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Francisco Pomares

Tocado, pero flota

Nuevamente, el Gobierno Sánchez se presentó ayer en el Congreso sin saber qué le ocurriría a su fláccida mayoría. Va convirtiéndose en costumbre que el Gobierno se enfrente a votaciones en el Congreso sin contar con los votos suficientes para poder sacar adelante sus políticas. Esta vez, la cosa tenía que ver con la convalidación del decreto anticrisis diseñado para hacer frente al desgaste económico por la guerra de Ucrania, un asunto tan, pero tan importante para el futuro del Gobierno, que Sánchez decidió suspender su segundo viaje de lucimiento solidario a la periferia de la guerra.

Pero a Sánchez le sigue funcionando la baraka: sin que hubiera pasado una hora desde el inicio del rifirrafe, el presidente ya sabía que contaba con los votos de Bildu. La diputada Mertxe Aizpurua anunció bien de mañana la decisión de apoyar el decreto a pesar de la «brecha de desconfianza» (así la llamó) abierta entre el Gobierno y los independentistas vascos y catalanes por el caso Pegasus. Al final, Bildu optó por salvar a Sánchez de una derrota casi inhabilitante, explicando que la gente no tiene que ser la que pague los errores del Gobierno… ¡¡Cuánto sentido común!! ¡¡Qué gente más responsable!! A cambio de apoyar al Gobierno con su voto decisivo, Bildu exigió que no se llegara absolutamente a ningún acuerdo con el PP. Y Sánchez paró en seco las negociaciones con Feijóo.

Al final, el decreto fue aprobado por 176 votos a favor, 172 en contra y la abstención de Ana Oramas, que cuando se pone de perfil sale más desdibujada en la foto que cuando se pone enfrente. Además de los suyos, votaron con Sánchez Podemos, Bildu, los errejonistas, el PDeCat, los vascos y la tropilla de diputados sicalípticos y respondones que se enfadan mucho porque Sánchez traiciona a todo el mundo (al pueblo saharaui, por ejemplo) y luego le convalidan sin rechistar. Esquerra Republicana, sin embargo, se mantuvo en sus trece y votó en contra. Cuando le preguntaron a Rufián por los pasillos qué era lo que iba finalmente a votar, contestó que le preguntaran al CNI. Tiene su gracia… pero la sangre no llegará al río. Por lo menos no la de Sánchez.

La de la ministra Robles sí. Eso a juzgar por lo sola que se quedó la buena mujer en la defensa de la legalidad en la actuación de los servicios secretos españoles, sin que ni uno solo de sus colegas ministras y/o ministros o las diputadas y/o diputados del PSOE le pasara la mano por el lomo o saliera a defenderla un poquito siquiera.

Ahora Sánchez tiene que recomponer otra vez su mayoría, y parece probable que Esquerra no se conforme con la cacería de espías –la temporada de patos de los indepes–, ni con entrar ya mismo –gracias a la habilidad filibustera de la presidenta Batet– en la comisión de secretos oficiales del Congreso. Una instancia convertida desde ayer en otra herramienta capada de la democracia, con el enemigo dentro, confortablemente instalados a mayor gloria del tiempo de faranduleo que le quede a este Gobierno.

Pero ni eso va a calmar las ganas de sangre de los supuestos (auto)espiados del Pegasus. Resulta que el autor del informe publicado por The New Yorker es el mismo Elies Campo, el ingeniero teleco independentista investigado por la Audiencia Nacional en las causas por el intento de crear un CNI catalán, y contra los activistas de Tsunami Democràtic que provocaron cortes en autopistas y carreteras e incendiaron las calles de las ciudades de Cataluña tras la sentencia del Supremo por el procés.

Y es que si un Gobierno dispone de servicios secretos será para usarlos en algún momento en situaciones así, digo yo que para algo se les pagará el sueldo a los espías… Toda esta historia es alucinante: el mismo Gobierno que sin duda encargó a sus servicios de inteligencia que investigara a los radicales que tomaron el aeropuerto del Prat y bloquearon la frontera con Francia, ahora les da a los secesionistas las llaves de la caja de los secretos, y mañana les entregará el pescuezo de su ministra de Defensa para que se diviertan jibarizando su cabeza. Nuestro país es en verdad cada vez menos serio. Se admiten apuestas, pero yo me la juego dos a uno a que Robles será la próxima víctima del sanchismo. Una víctima sin culpa. Porque la ministra hizo exactamente lo que tocaba hacer.

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