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Myriam Z. Albéniz

1 de mayo: el mercado laboral penaliza a las madres

Caprichos del almanaque, este 2022 el Día de la Madre, que se celebra cada primer domingo de mayo, coincide con el Día Internacional del Trabajo, una sincronía que me ha hecho reflexionar sobre determinadas realidades que afectan a ambas festividades de una forma profunda. Y no lo digo yo. El propio Banco de España afirma en un informe que la maternidad penaliza a las mujeres y les acarrea una pérdida salarial de hasta el 28% de sus sueldos. El hecho cierto es que, a estas alturas del milenio, las españolas tienen menos hijos que nunca. Desde que existen datos al respecto, llevamos al menos un lustro en el que mueren en nuestro país más personas de las que nacen, situándose las estadísticas sobre natalidad en mínimos históricos. Según el INE, la edad media para el ejercicio de la maternidad ha alcanzado su cota máxima en los 32 años, manteniéndose la cifra de hijos por mujer en apenas 1,33.

Después de nuestra vecina Portugal, España es la nación de la Unión Europea donde nacen menos niños. El planteamiento tardío del embarazo, unido a las trabas laborales asociadas al mismo, constituye un freno demográfico tan patente como alarmante. En ese sentido, las políticas llevadas a cabo en este terreno por quienes nos han gobernado en las últimas décadas, con independencia de las siglas, se han revelado abiertamente estériles. El fenómeno, por desgracia, no es actual. Por ello, no se entiende que nuestros dirigentes sean incapaces de calibrar que se trata de uno de los problemas esenciales al que se enfrentan, y que su abordaje debería ser absolutamente prioritario.

Sin embargo, no avanzamos al ritmo preciso. Pese a prohibirse ya legalmente, la costumbre de que las entrevistas que preceden a las contrataciones incluyan cuestiones personales relacionadas con el estado civil y los planes de aumentar la familia de las candidatas no acaba de desterrarse. Resulta todavía una excepción que el reclutador de turno no pregunte abiertamente a la aspirante al puesto si tiene pareja estable o piensa ser madre en el futuro. A las mujeres se nos coloca una y otra vez en la tesitura de responder sobre determinados aspectos que conciernen única y exclusivamente a nuestra esfera privada, y sobre las que un varón raramente se ve interpelado. Además, el espinoso asunto de la reproducción se sigue asociando injustamente a la dudosa rentabilidad empresarial de las futuras parturientas, pues la convicción de que la responsabilidad de la crianza y posterior cuidado de los niños y niñas recae principalmente sobre sus progenitoras pesa como una losa.

Así, el informe sobre impacto de género de los Presupuestos Generales del Estado permite hacer un diagnóstico nada halagüeño, constatándose con datos incontrovertibles que tener descendencia les precariza más a ellas, al tiempo que refuerza las carreras de ellos. Y, si bien la igualdad total no constituye la norma en ningún grupo de edad, es la llegada de los hijos la que dispara una brecha económica y social de múltiples consecuencias (no obstante, cabe también resaltar en este punto el advenimiento de un cambio cultural que, por ejemplo, ha duplicado las custodias compartidas). Entre los 25 y los 49 años, la diferencia en cuanto a las tasas de empleo por sexos no resulta significativa. El escenario cambia con la maternidad y la paternidad: los padres suman 18 puntos porcentuales más que las madres. Incluso se da la paradoja de que dicha tasa aumenta cuando los hombres tienen descendencia, al tiempo que en las mujeres mengua. Para colmo, en España el impacto de esta brecha -amén de inmediato en el momento del embarazo, el parto y el posparto- se incrementa y se mantiene, mientras que en otros países se recupera. Tal vez este domingo de brindis sea el momento óptimo para renovar esta exigencia de justicia social absolutamente necesaria. Al menos, si de las mujeres depende conservar la especie humana sin tener que dejar sus empleos por el camino.

www.loquemuchospiensanperopocosdicen.blogspot.com

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