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Maite Fernández Valderas

Liderazgos vitamina

Me parece interesante que nos hagamos esta pregunta; ¿soy uno de esos liderazgos vitamina o, por el contrario, arraso emociones y proyecto egos descontroladamente? Esa distinción que desplegamos explicaría esa facilidad que tienen algunas personas para generarnos confianza, y cómo la presencia de otras nos proyecta esa tensión controlada. Me gusta decir que algunas son capaces de sacar todo lo bueno que hay, deseamos y poseemos, y quizás otros nos proyectan sus emociones negativas, en forma casi de espejismo, que nos entristece y hasta nos hace minimizar nuestra energía e ilusión. Eso, que parecería ilusión, ya es ciencia.

La felicidad no es lo que nos pasa, es como interpretamos eso que nos pasa. No es solo decirlo, es mirar a los ojos de esa persona con el deseo real de hacerla feliz, te escucho y no te juzgo; eso romperá la percepción de distanciamiento y cierta arrogancia inconsciente que podamos poseer.

Practica «los abrazos de ocho segundos», estoy a tu lado y me ilusiona eso que me cuentas, soy capaz de dejar mi móvil a un lado y tomarme ese café contigo, exclusivamente contigo; eso, demuestra deseos de conexión.

El autoconocimiento es la clave de los «liderazgos vitamina». Cuanto más nos conozcamos, más capaces seremos de encontrar a esas personas que nos apoyen, y modularemos nuestra voz interior en positivo. Conocernos es el primer objetivo para comprendernos, y eso nos lleva a aceptarnos y posteriormente a superarnos. Ese es el esquema de desarrollo; si nos estancamos y no evolucionamos en nuestro autoconocimiento, tenderemos a minimizar nuestra inteligencia emocional, y a provocarnos un diálogo interior castigador o aniquilador de nuestra estima personal. Y lógicamente, arrasaremos con la moral y valor de nuestros equipos y de nuestra ciudadanía, ya sea por exceso de control, dejadez, por egos descontrolados, ira o tristeza.

Huyamos del perfeccionismo excesivo; seremos eternos insatisfechos. Si quieres triunfar acepta el fracaso cómo parte del proceso. Para ello necesitamos metas y objetivos; pequeñas metas dentro de objetivos amplios; para ir reforzándonos regularmente y ser capaces de hacerlas temporales y evaluarlas, bien directamente, o ser capaces de ofrecer feedback a nuestros equipos. Y si desarrollamos un liderazgo político apliquemos ese mantra poderoso: te anticipo mi objetivo, lo hago, y te comunico el resultado. Parece muy sencillo, pero no somos conscientes de que la realidad nos marca agendas, donde no somos capaces de ordenar en tiempo real la comunicación del resultado, o bien explicar a nuestra ciudadanía la ausencia de ejecución, lo que nos lleva a una falta de «credibilidad sucesiva».

Mi consejo: piensa en grande y actúa en pequeño, te comerás el mundo.

Trabajar nuestra voluntad es un aspecto esencial de desarrollo personal y se encuentra situado en una escala superior a la inteligencia. Algo tan simple y entrenable cómo posponer la recompensa, es un ejercicio de voluntad impresionante, aplicable hasta en la educación de nuestros hijos; la inmediatez sigue siendo un rasgo poco inteligente. En ocasiones, lo confundimos con ejecución, y nada tendría que ver en cualidades de liderazgo. El líder ejecutivo, analiza, toma perspectiva amplia, evalúa y toma la decisión en tiempo real. La inmediatez está vinculada a un factor emocional y de desahogo más que de ejecución. La inmediatez responde más a la necesidad personal de resolver un problema, más que a la adecuación de la solución.

Todo ello nos lleva a esa calificación que hacemos de las personas tóxicas o liderazgos tóxicos, definición que particularmente no suelo usar, pero que está en los labios de todos. Esa persona no te gusta porque excita en ti el cortisol, y te lleva a unos estados de alerta. El cortisol en sangre aumenta nuestra tensión a todos los niveles, tanto físicos cómo psicológicos. Algo tan simple cómo fallos en la memoria, falta de sueño… Nuestro hipocampo se abruma por esta hormona, como ocurre con el estrés crónico.

Hacer ejercicio minimiza esta hormona, detectar qué personas a tu alrededor genera ese malestar, y saber cómo puede desestabilizarte o deshacerte es otro factor. Preguntarnos si esta persona es un tóxico personal o un tóxico universal, y si fuera personal preguntarnos ¿por qué me afecta tanto lo que me dice?, ¿qué me genera lo que me dice?

En oposición a esto, tenemos el optimismo, que tiene poder para mejorar nuestros niveles neuronales. El Mindfulness es una práctica muy recomendable y extendida; favorece nuestro bienestar a través de la atención plena y nos abre la posibilidad de vivir «sin tener la necesidad de tenerlo todo controlado», un imposible que influye en nuestro día a día.

El «liderazgo vitamina» pasa por un checklist personal, donde nuestro equilibrio interno es imprescindible. Todo comunica, todo nos afecta, todo es importante, por mínimo que sea; practiquemos la cultura del detalle, especialmente cuando dirigimos y queremos gobernar a una ciudadanía deseosa.

etikpolitica.es @EtikMaite

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