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Myriam Z. Albéniz

Un amor más allá de la muerte

Quizá la noticia más conmovedora de la reciente Semana Santa haya sido la protagonizada por una joven de 31 años aquejada de un cáncer en fase terminal que se casó en la planta de Oncología del hospital Ramón y Cajal de Madrid. Uno de los médicos que ha atendido a esta paciente durante el proceso de su enfermedad ha deseado dar a conocer públicamente tan emotiva historia, describiendo cómo se desarrolló el enlace y compartiendo los sentimientos que le despertó, para terminar con una bella reflexión sobre la fugacidad de la existencia y la importancia de aprovechar cada uno de los momentos que nos brinda. Tal vez tampoco fuera casual que en aquellos instantes sonara por azar en el despacho de los facultativos esa maravillosa canción de Los Secretos cuya letra dice que «hoy he soñado con otra vida, con otro mundo, pero a tu lado».

Durante la ceremonia, la novia preguntó a su doctor si él estaba casado para, de no ser así, regalarle su ramo, al tiempo que su madre le pedía permiso para abrazarle. Mientras tanto, los calmantes entraban en escena para aguantar unos minutos más en pie y favorecer la entrañable foto de familia en la que, según el testigo de excepción, todos estaban guapísimos pese a semejante mezcla de emociones: la alegría por cumplir el deseo y la tristeza por el dónde, el cómo y el cuándo. El oncólogo confesó que, pese a llevar una trayectoria profesional acostumbrado a bregar en escenarios difíciles, sintió que se le hundía el mundo: «Se te cae el techo de ese sitio en el que día a día trabajas al filo de todo, sin tiempo para pensar que tu rutina está siempre en el momento extremo de alguna vida. En el que cada gesto que hagas y cada puta palabra que digas se quedarán grabadas en la cabeza de alguien».

Existe, pues, un tipo de matrimonio que, aun deseándose para toda la vida, está llamado a durar unas horas o unos días. Se denomina «in articulo mortis», no requiere el preceptivo expediente al uso y los trámites exigidos eliminan prácticamente el tiempo de espera. Los requisitos en cuestión se limitan a hallarse, en efecto, al borde de la muerte, a un informe médico imprescindible que avale que el estado de salud de los afectados es postrero, y una certificación de que se encuentran en el pleno uso de todas sus facultades, así como la concurrencia de dos testigos al acto. En ese sentido, cabe señalar que el riesgo extremo puede deberse también a otras causas no asociadas a ninguna enfermedad, es decir, a determinadas situaciones que conllevan igualmente un grave peligro de fallecer. Y, por cierto, en cada una de ellas las razones de fondo son tan variadas como respetables. Se trata, obviamente, de celebraciones sin banquete ni música y que, en su mayoría, se desarrollan en un hospital o en la casa de los enfermos que están cumpliendo su última voluntad.

De hecho, aunque un capitán de barco, un comandante de aviación o un mando superior del Ejército se encuentren habilitados para celebrar dichas ceremonias, estas únicamente se considerarán válidas cuando se produzcan en circunstancias límite, ya sea durante un naufragio, un accidente de avión o un ataque militar. En estos casos, el matrimonio será legal y surtirá efectos oficiales en el registro. De lo contrario, no.

Ya para concluir, me gustaría sumarme a las sentidas palabras de ese especialista que vivió en primera persona esta boda tan ejemplar: «Vivid mucho y muy fuerte. Disfrutad de cada momento insignificante. Decid eso que tengáis que decir. Perdonad y pedid perdón. Reíd todo lo que podáis. No os enfadéis por gilipolleces. Recordad a K. radiante y sonriendo bajo su sonda nasogástrica. Y amad mucho y muy fuerte, que eso siempre nos quedará… por feas que se pongan las cosas».

www.loquemuchos piensanperopocos dicen.blogspot.com

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