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Tal cual

Pablo Paz

El último albardero tradicional

Cuando, por exigencia del progreso, desaparece una determinada profesión, la mayoría de las veces también se olvida el término que la define. Eso sucede con la albardería tradicional. Ya no se suele escuchar expresiones tales como: «a otro burro con esa albarda», que decía mi padre cuando no quería admitir un trabajo demasiado penoso. De hecho, ya casi no se ven dichos animales de carga. Aunque los burros llegaran a Canarias desde África allá por el siglo XV; estando ligados a la vida y al trabajo de los isleños, que los utilizaban lo mismo parar arar la tierra que para cargar mercancías o para mover los molinos de gofio.

El albardero era el artesano que elaboraba los distintos aparejos que empleaban los animales de carga, especialmente los burros, y que se denominaban albardas. Por lo general se componía de dos almohadillas que se solían adaptar a los lados del lomo del animal, y que se sujetaba al vientre con una cincha, procurando dejar un hueco a fin de que el peso de la carga no lo lastimara. Para su elaboración solían usar un saco o arpillera y paja de centeno, así como distintas pieles curtidas que se empleaban como refuerzo. Para unir los distintos materiales utilizaban el hilo de cáñamo untado con cera de abeja para facilitarle al artesano el deslizamiento al coser. En Canarias era habitual que dichos trabajadores, además, dominaran otras labores artesanales como la de guarnicioneros.

Aquí, en el Norte de Tenerife, en Los Realejos, se ha llevado a cabo la inauguración de un taller permanente –un pequeño y entrañable museo– del Albardero; disponiendo para ello del pequeño taller del último profesional artesano de Canarias, el maestro don Domingo Mesa. A la inauguración acudieron representantes del Cabildo insular, así como del ayuntamiento, familiares, amigos y vecinos. La presentación corrió a cargo de uno de sus hijos, Iván Mesa, el cual agradeció a los presentes su asistencia y su colaboración en dicho proyecto. Animando a que lo visitaran, tanto los alumnos de los colegios, como los turistas y público en general; porque, dicho lugar, no deja de ser una ventana divulgativa abierta a nuestro pasado y al trabajo de nuestros mayores.

La artesanía de don Domingo Mesa reúne variedad, calidad, creatividad y, sobre todo, un trabajo bien hecho. Su profesión, la de albardero, está en peligro de desaparecer. Menos mal que su último alumno, don Emiliano Hernández, mantiene la ilusión de que no desaparezca del todo, al seguir trabajando en ello –aunque no como profesional–, en sus ratos libres.

Don Domingo Mesa Hernández (La Cruz Santa, Los Realejos, 1932) lleva más de cincuenta años elaborando albardas y otros aparejos para las caballerizas. Este acto cierra de alguna manera un círculo de homenajes que comenzó cuando fue recibido en la sala noble del Cabildo insular de Tenerife por su presidente, Pedro Martín; que al conmemorar el Día Insular de la Artesanía le dijo: «Me gustaría pensar que el esfuerzo que hace la familia por recuperar la memoria de su padre, su trabajo y una manera de entender la vida se pueda mantener.»

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