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Me pregunto y os pregunto sobre las teorías de liderazgo, ¿han cambiado tanto o generamos teorías poco contrastadas para justificar los liderazgos actuales?

Parece que hablar de liderazgo hoy está al alcance de todos, tengan o no la praxis y la investigación para ello. Lees y relees artículos y tuits donde la base de investigación es mínima y las conclusiones y titulares son rotundos en cuanto a afirmaciones y contundencia. El valor del conocimiento se sustituye por la compra de reflexiones generalistas, y poco profundas, alrededor del comportamiento humano. Nos lleva, en infinidad de ocasiones, a disfrazar la verdadera realidad, pareciendo que cada día nos cuesta más posicionarnos y valorar lo real y certero. Valorar ese desempeño desde una perspectiva investigada y sustentada acerca del liderazgo, de sus estrategias, de la diferencia entre autoridad y poder, de la capacidad o dificultad para tomar decisiones, de la capacidad de análisis y del sentimiento de pertenencia a un grupo, equipo, o incluso a una sociedad.

Alguien me dijo una vez que sobre gustos sí hay mucho (y bien) escrito, con relación a ese comentario tan socorrido que dice que sobre gustos no hay nada escrito, como justificación de cualquier opinión o posición ante algo. Lo podemos traer a las opiniones sobre lo que hoy sería o no un líder. Disfrazamos acciones y hechos en función de nuestra propia ideología, tanto periodística como tertuliana, y dejamos los criterios ciertamente objetivos, aclarando que ahora existen nuevos liderazgos, algunos carentes de lo básico, que solo aflora cuando aparece ese líder real.

Nos hemos olvidado de los criterios elementales que constituyen la base de todo liderazgo, y nos hemos saltado generaciones necesarias de equilibrio y de cierta madurez, permitiendo que hoy ocupen cargos de poder o autoridad personas con un nivel medio de optimización para procesos y toma de decisiones de alta complejidad. El análisis y la perspectiva debe estar acompañada de altas dosis de equilibrio y experiencia, de sosiego, de preocupación por perder una reputación, de experiencias difíciles ya superadas y del equilibrio satisfactorio logrado, para un ego ya entrenado. Eso no lo podemos encontrar en edades tempranas, con lo cual forzamos una máquina futura excepcional, para un presente dudoso.

Nos hemos olvidado de la anticipación, que te la ofrece la visión, esa luz larga que te permite adelantarte a los problemas y planificar intervenciones dispares ante un mismo hecho. La capacidad para seleccionar y dirigir a tus equipos, desde un criterio de lo que te aporten, porque te conoces tan bien que sabes qué es lo que te complementa, sin miedos e inseguridades. Te rodeas de equipos mejores que tú, y así obtienes el éxito. De ese equilibrio que te facilita mantener equipos estables, desde el valor que transmites.

Ese conocimiento de tener clara la diferencia entre lo urgente y lo importante. Desde la delegación y una buena gestión de la soledad de la Dirección, bien gestionada. No desde la que aísla y provoca distanciamiento, esa que toma decisiones alejadas de la realidad.

Ese liderazgo de egos controlados, mantenidos a raya, porque nuestra confianza se deposita más en la escucha y menos en nuestra comunicación directa y provocadora. Reconociendo que, como gestores públicos y líderes, será en la escucha y en la pregunta acertada donde encontraremos las respuestas.

Nos olvidamos de reconocer a esas personas que, aunque entrenados, no son capaces de transmitirnos nada emocional que nos haga conectar. Hoy, hemos dejado de observar esa humildad que solo te la aportan tus cargos anteriores, y que te permiten una visión generalista del poder. Ese vaivén de observar los cambios organizacionales a través de tu dilatada experiencia, que te sitúan en la perspectiva óptima de relativizar el poder. De ya haber perdido y valorar tremendamente lo que tienes hoy.

Relativizar el poder de las malas decisiones y la perspectiva única de los débiles liderazgos nos hace cómplices de las malas decisiones, y de lo que eso supone socialmente.

Reflexionemos hoy acerca de las intervenciones diplomáticas actuales, la reducida visión y anticipación ante el poderoso Putin, y la falta de previsión ante unos acontecimientos comunicados con mucho tiempo de antelación por el propio líder ucraniano; la falta de capacidad para resolver conflictos sociales y los posicionamientos dialécticos extremos, o -por no decir- el miedo a incorporar a nuestros equipos, perfiles superiores a los propios.

Sobre liderazgo hay mucho escrito, y por ello evitemos disfrazar o disfrazarnos de eso que llamamos nuevos liderazgos.

@EtikMaite etikpolitica.es

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