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MI REFLEXIÓN DEL DOMINGO

Una verdadera liberación

El Evangelio de Jesucristo es un mensaje y un camino de liberación verdadera como contemplamos en la Liturgia de este domingo.

¡Una mujer sorprendida en adulterio!

Según la Ley de Moisés tenía que morir apedreada. Pero los fariseos y escribas aprovechan la ocasión para tender una trampa al Señor: «La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. ¿Tú qué dices?».

Ante su insistencia responde: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».

Entonces «se fueron escabullendo uno a uno comenzando por los más viejos».

¡Son sinceros! ¡Se reconocen pecadores y comienzan a marcharse!

Pero tantos cristianos de hoy que dicen que no tienen pecados, ¿qué harían? ¿Le tirarían la primera piedra? ¿Y la segunda..? ¡Es para pensarlo!

Cuando se han marchado todos, se queda Jesús solo con la mujer.

¡Jesús es el único que puede tirar la primera piedra y la última piedra a aquella mujer, porque Él sí que está libre de pecado! Sin embargo, le dice: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante, no peques más».

Jesús no niega el pecado de aquella mujer. Sólo que no la condena a muerte y le concede el perdón y la paz. Por eso, su liberación es verdadera; no es una falsa liberación como sucede tantas veces, cuando se le dice a una persona que eso no es pecado, que no tiene tanta importancia, que, en las circunstancias en que se encuentra puede hacerlo con tranquilidad, que no pasa nada, etc. Cristo, como decía, le libera del pecado y la reintegra en la vida social y religiosa de Israel.

Y Jesucristo la despide diciéndole: «Anda, y, en adelante, no peques más».

¡Y la mujer recobra la dignidad perdida y vuelve a su casa purificada y dignificada por Cristo, para reemprender un camino nuevo!

¡Qué impresionante es todo esto! El Señor siempre nos perdona si estamos verdaderamente arrepentidos. ¡Nos da siempre una segunda oportunidad…! ¡Y una tercera…! En el pecado, siempre da lugar al arrepentimiento, a la conversión, a la que nos llama cada día siempre, pero, especialmente, en este Tiempo de Cuaresma.

En toda la Sagrada Escritura, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, se nos recuerda constantemente esta verdad.

¡Y a cada uno de nosotros se nos convoca en esta Cuaresma a realizar como la mujer pecadora, un camino de conversión que culmine con el sacramento de la Reconciliación o de la Penitencia que es la mejor preparación para la Pascua y la mejor manera de renovar nuestro Bautismo.

Algo parecido contemplábamos el domingo pasado cuando el padre de la parábola mandaba que a su hijo, que vuelve arrepentido, le vistan con el mejor traje, le pongan un anillo en la mano y sandalias en los pies..., porque es el hijo que vuelve arrepentido y con el deseo de iniciar una nueva vida.

La primera lectura de hoy es un mensaje de liberación al pueblo de Dios desterrado en Babilonia. El profeta asocia a toda la naturaleza a esta obra de salvación que prefigura la que realizará Jesucristo, el Mesías, nuestro Salvador. ¡Es lo que contemplaremos en la Semana Santa y en la Pascua!

La segunda lectura nos presenta el testimonio de un liberado por Cristo, Pablo, que nos dice: «Por Él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en Él…».

¿Y qué vería el apóstol en Cristo para hablar de esta manera?

Por todo ello, es lógico que este domingo proclamemos todos en el salmo responsorial: «¡El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres!».

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