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Alberto Lemus

A solas contigo

La mayor suerte que he podido tener es ser tu hijo y absorber cada gota de tu ejemplo de amor y de valentía. Cuando me dicen que me parezco a ti me regalan el mayor de los cumplidos.

Cuánto valoro haber podido disfrutar de tus enseñanzas y hablar contigo durante largas horas. Tus anécdotas, tu risa, cada chiste y cada cuento. Otros conocen a Alberto el mecánico, el de la refinería, el que abría su casa y daba de comer a todo el mundo, el que siempre estaba listo para un vaso de vino y una conversación sobre lo que fuera. El mejor vecino. Yo conozco al cariñoso padre y al mejor consejero.

Junto a nuestra madre, tu compañera, hicieron de mí el hombre que soy, como también la mujer que es mi hermana. Ella tiene todos los valores que aprecio en una persona: honestidad, sinceridad, respeto... La misma educación y los mismos valores que tú. La miro y te veo siempre reflejado en ella.

Tú nos enseñaste a los dos la importancia del respeto entre hermanos, tal vez porque no siempre encontraste esos valores en la familia en que naciste. Nos decías: «No les pido que se quieran, les pido que se respeten». Qué palabra tan importante y qué sentido tiene... Ojalá hubieses podido educar tú a más personas en ese respeto a los demás que siempre llevaste hasta las últimas consecuencias.

Respetarte a ti mismo, lo primero.

Nos educaste en el respeto, en el amor por la música y el cine, nos diste lo único que tú decías que nos podías dar, y que hoy te agradezco más que nada: nos diste educación. Gracias a esa educación me diste libertad.

Yo no he salido un mecánico de primera como tú lo eres, pero veo que tienes un heredero en tu nieto. Él sabrá preservar tu legado con la misma honradez. Fuiste mecánico y trabajaste en la refinería, donde ascendiste hasta donde te dejaron. Qué ingeniero, qué matemático y qué físico se perdió el mundo... Por no haber tenido ocasión de estudiar. No tengo ninguna duda de que hoy tendríamos un Premio Nobel en la familia. El mundo ganó un luchador y un guerrero como tu otro nieto, que probablemente aún no sepa lo mucho que te gustaba el boxeo, como a él.

Echaremos de menos el toque único de tus comidas, tus croquetas, tu arroz, tus arepas, tus mojos... Tus soluciones y tus ingenios para cualquier problema. Echaremos de menos tus bromas, tus consejos y hasta ese genio tuyo. Ese carácter tuyo que venía de esa sensibilidad especial, ese dolor en lo más profundo cuando alguien te fallaba. Este grupo hermoso y suficiente que formamos tu familia nunca te fallaremos y cuidaremos de ese legado de respeto y educación que nos dejas.

Ahora que estoy a solas contigo te prometo que cuidaremos de mamá y que nos cuidaremos entre todos, que seguiré rezando por ti cada noche, y te repito las últimas palabras que te dije. Te quiero. Siempre te he querido y siempre te querré.

Gracias por tu ejemplo. Estoy muy orgulloso de ti.

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