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Joaquín Rábago

¡Ese hombre no puede continuar en el poder!

Debió de sonar como música, como un himno de guerra más bien, a los oídos de aquellos a quienes iba dirigido, pero ¿son palabras responsables en la boca del presidente de EEUU?

«¡Por amor de Dios, ese hombre no puede continuar en el poder!,» proclamó el otro día Joe Biden durante su visita a Polonia, primer país de acogida de los ucranianos que huyen de la invasión rusa.

Y agregó profético el casi octogenario demócrata: «Tendremos un futuro mejor, un futuro más brillante, arraigado en la democracia y los principios, en la esperanza y en la luz».

No tardó mucho el equipo de la Casa Blanca que le acompañaba en explicar que sus palabras no debían interpretarse como un llamamiento al «cambio de régimen» en Rusia.

Pero cambio de régimen es algo a lo que EEUU está más que acostumbrado. Basta repasar cualquier hemeroteca.

Ocurre, sin embargo, que el país de Vladimir Putin no es precisamente el Irak de Sadam Husein, ni la Libia de Muammar Gaddafi.

Tiene Rusia, al igual que su principal rival, un poderoso arsenal atómico, y a su frente, a un político que parece humillado y herido por el trato que le ha dispensado la superpotencia desde que esta ganó la Guerra Fría.

Un animal herido como lo está sin duda Vladimir Putin, sobre todo después de que su invasión de Ucrania no parezca haberle salido como él quería, puede ser peligroso. Y Biden debería tener más cuidado con sus proclamas.

Tal vez quiso pronunciar en Polonia el político demócrata una frase para la historia como el «Ich bin ein Berliner» (Soy un berlinés) de John F. Kennedy, o el «míster Gorbachov, derribe ese muro» de Ronald Reagan.

Pero uno duda de que midiese bien sus consecuencias, sobre todo en un momento en el que Rusia habla de que no dudará en utilizar el arma atómica ante lo que pueda percibir como una «amenaza existencial». Y Rusia es en este momento Putin.

La reacción inicial del portavoz del Kremlin, Dmitri S. Peskov, fue más bien moderada pese a las circunstancias: «No es algo que pueda decidir Biden. Al presidente de Rusia lo eligen los rusos», dijo.

El peligro de la retórica belicosa y, en mi opinión, temeraria de Biden es, por otro lado, que puede causar decepción sobre todo entre los asediados ucranianos si no van seguidas de hechos en el campo de batalla.

Hasta ahora y por fortuna para el mundo, Estados Unidos y la OTAN, que tanto monta, monta tanto, han tenido buen cuidado de desoír los llamamientos desesperados del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, para que la superpotencia o la Alianza intervengan en su país.

Porque como no se cansan de repetir los analistas, su petición de que Occidente declare en Ucrania una zona de exclusión aérea equivaldría a una intervención y podría traer como consecuencia una guerra mucho más amplia, con el peligro real de que se convirtiese rápidamente en mundial.

¿Y estamos todos dispuestos a arriesgarnos a semejante hecatombe en el planeta para impedir que Rusia se salga con la suya, impidiendo que el país vecino pueda ingresar un día en la Alianza Atlántica como desea Zelenski?

Gente nada sospechosa de prorrusa como el presidente del Consejo de Relaciones Exteriores de EEUU, Richard Haass, comentó, tras escuchar las palabras de Biden, que «Putin las interpretará como una confirmación de lo que siempre ha creído». Es decir, que EEUU solo trata de acosar a Rusia.

Y el veterano David Gergen, quien fuera asesor de la Casa Blanca desde el republicano Richard Nixon hasta el demócrata Bill Clinton, advirtió de que ese discurso dificultará todavía más una solución diplomática del conflicto. Esperemos que alguien sujete a Biden.

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