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Entender + con la Historia

Un pasaporte para los refugiados

Esta semana, los ministros del interior de la Unión Europea debaten sobre cómo atender a los refugiados de Ucrania. Hace cien años un explorador noruego ya abrió camino. Y, curiosamente, con Rusia como protagonista. 

En ocasiones cuesta visualizar la magnitud de determinadas cifras, sobre todo cuando son grandes cantidades. Por ejemplo, si decimos que casi cuatro millones de personas han tenido que abandonar Ucrania resulta difícil captar la dimensión de la tragedia. Quizás puede ayudar imaginarnos que una ciudad como Berlín, que se aproxima a esa cantidad de habitantes, quedara vacía de repente. Que todos sus vecinos se hubieran ido deprisa y corriendo, dejándolo todo atrás.

Desgraciadamente, no es la primera vez que en Europa vivimos movimientos de refugiados a gran escala. El caso más grave ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial. Se calcula que unos 60 millones de personas del Viejo Continente se vieron forzadas a huir de sus hogares. Y aunque siempre que se explica aquel episodio de la historia se cuenta que terminó en 1945 con la derrota del régimen nazi de Hitler, durante los años posteriores la realidad no mejoró lo más mínimo para muchos de los que habían tenido que escapar.

Para intentar atenderlos, en 1950 se creó el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. El Acnur entró en funcionamiento el primer día de enero de 1951 y aunque quizá ahora, cuando pensamos en su trabajo, nos vengan a la cabeza imágenes de zonas de África o de Oriente Próximo, la realidad es que si se puso en marcha fue porque hace 70 años había refugiados europeos. Puede parecer un gesto egoístamente eurocéntrico pero ya fue mucho más de lo ocurrido hasta entonces, porque refugiados ha habido siempre. Desde tiempos inmemoriales, con cada guerra y cada cambio de frontera, grupos humanos se han visto forzados a dejar su tierra. No fue hasta el siglo XX cuando surgió la preocupación por atenderles. Antes eran simplemente extranjeros que solo eran bien recibidos en el nuevo país si dominaban algún oficio o tenían dinero. Costó mucho que se tomara conciencia de lo que significaba ser expulsado de casa y que quienes lo sufrían necesitaban protección internacional.

Uno de los pioneros en defender los derechos de los refugiados fue el oceanógrafo y explorador noruego Fridtjof Nansen. Nacido en 1861, fue una celebridad en su país gracias al éxito de sus expediciones y sus descubrimientos científicos. Además era un hombre políticamente comprometido. Primero lo demostró defendiendo la separación de Noruega del reino de Suecia, que se hizo efectiva en 1905. Y después, cuando empezó a asumir responsabilidades en la Sociedad de Naciones (SN), que era el organismo internacional que existió antes de la fundación de la ONU.

Una de sus tareas en la SN fue realizar el seguimiento de los prisioneros de guerra de la Primera Guerra Mundial. Aquel conflicto bélico supuso un cambio radical de muchas fronteras europeas, con el desmembramiento de antiguos imperios y la creación de nuevos estados. El noruego se dio cuenta de que en ese nuevo contexto internacional había muchas personas que no tenían dónde ir a pedir un pasaporte, porque su lugar de origen se había evaporado. El problema era que quedaban en una especie de limbo. Al no tener ningún documento de identidad no podían pasar los controles fronterizos. Ante esta situación, para darles cobertura, el político noruego propuso que la Sociedad de Naciones emitiera un documento para los apátridas. La idea fue bien acogida y así nació el llamado pasaporte Nansen.

Los primeros beneficiados de esta medida fueron los refugiados rusos que habían escapado de la revolución comunista y de la posterior guerra civil que estalló en su país. Cuando en 1922 se constituyó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el nuevo Estado no quiso reconocer la ciudadanía de los que estaban residiendo en el extranjero. Ironías de la historia, cien años después de que se entregaran los primeros pasaportes Nansen a refugiados rusos, ahora Moscú está provocando una nueva oleada masiva de personas que han tenido que abandonar su casa en Ucrania. Lo que tampoco ha cambiado demasiado es la cantidad de trabas burocráticas que deben superar los refugiados, sean de donde sean, para encontrar un nuevo lugar donde vivir.

Nansen

El precedente del Acnur  

El pasaporte Nansen funcionó hasta 1938, cuando se creó la Oficina del Alto Comisionado para los Refugiados. Se calcula que durante ese periodo se emitieron 450.000 documentos, sobre todo a rusos, armenios, asirios y turcos. Gracias a eso podían cruzar las fronteras y buscar un sitio donde establecerse. Sin la propuesta de Nansen quizás hoy no existiría el Acnur.

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