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Francisco Pomares

Añorar los Reyes Godos (con perdón)

Cuando yo la estudié, la lista empezaba con Ataúlfo, y seguía con Sigerico, Walia, Teodorico I, Turismundo, Teodorico II, Eurico, Alarico II (siempre me pregunté dónde estaba escondido el primero), y así hasta el número 33 de la lista, que era el más fácil de recordar: Rodrigo. Es verdad que hasta llegar a Rodrigo había que pasar por reyes con nombres como Gesaleico, Teudis, Atanagildo, Liuva, Witerico, Sisenando, Khintila, Tulga, Wamba, Ervigio, Égica y Witiza. En una época en la que en los colegios se declinaba latín y algunos pobres desgraciados hasta tenían que traducir del griego antiguo, aprenderse de memoria la lista cronológica de los reyes visigodos no parecía un trabajo tan hercúleo.

Algunos años después, los pedagogos se hicieron con el control de la educación pública, y lo primero que hicieron fue renegar de la pedagogía tradicional con la que ellos se habían formado. Algo de razón tenían: la lista de los reyes godos sólo servía para desarrollar la capacidad de recordar listas, una habilidad hoy en desuso, pero que –cuando aún no existían libros, por ejemplo– era fundamental para mantener el conocimiento. Gracias a esa facultad, sostenida la mayor parte de las veces en un recitado cantarín, como el de las tablas de multiplicar, las oraciones o las recetas, Platón nos legó el pensamiento de Sócrates, padre de la filosofía clásica, y de su sistema de enseñanza, la mayéutica, basada en el alumbramiento de la verdad (Sócrates era hijo de una partera), gracias al diálogo y la contraposición crítica de conocimientos. Sócrates se negó siempre a leer y escribir, al parecer porque consideraba que hacerlo perjudicaba la capacidad de recordar, y recordar era la esencia del pensamiento.

Los pedagogos españoles son muy poco socráticos: se pasaron casi una generación negando el valor de la memoria, porque la memoria es inútil para el desarrollo de una mentalidad crítica, y ahora –sustituida la memoria por el acceso 5g a Google–, parece que han decidido cogerla también con la Filosofía y con la propia Historia, dos inutilidades curriculares. Las universidades españolas producen miles de pedagogos cada curso, y todos ellos quieren diseñar sistemas educativos. Por eso, cuando un pedagogo triunfa y se coloca en la Administración, tiende a creer que un sistema educativo es una lista de competencias específicas, generales y básicas, reflejadas en siglas (CE22, CG7, CG5) más difícil de recordar que la lista de los reyes godos. Cada año, decenas de miles de profesores de todo tipo y pelaje decoramos creativamente nuestras guías docentes con competencias indescifrables elegidas al tuntún, porque los políticos que gobiernan la educación española creen –con sus pedagogos de cámara– que educar es consignar competencias en una relación interminable de casillas, planes y programas que –todos juntos– sostienen nuestro exitoso sistema educativo, quizá el más inepto del mundo desarrollado. Personalmente, creo que la relación perversa entre políticos y pedagogos burocratizados en el servicio a la Administración han logrado chiflar a ambos grupos.

Por eso, el Consejo de Ministros de ayer pudo aprobar sin sonrojarse un proyecto de real decreto de la ESO, que se merienda el estudio de la Filosofía, renuncia a ordenar el aprendizaje de la Historia en sus fechas y –sin embargo– se preocupa por el sentido socioafectivo de las Matemáticas, cuando muchos pibes de 12 años no saben hacer una división sin tirar de calculadora. Por eso, los estudiantes, aunque no sepan hacer la o con un canuto, podrán superar curso sin límite de suspensos, se suprimen los exámenes de recuperación y desaparecen las calificaciones numéricas. También por eso, los alumnos de este país estudiarán memoria democrática, ecofeminismo, ética de los cuidados, derechos LGTBIQ+, desigualdad social y disputa por el poder, marginación, segregación, control y sumisión en la historia de la Humanidad, y familia, linaje y casta. Y en Cataluña resistencia a la opresión y emancipación nacional. No sé quién se fumó qué para redactar este proyecto, pero los estudiantes van a acabar todos idiotas.

Y yo me quejaba de la lista de los reyes godos…

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