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Francisco Pomares

Satrapías

En la segunda sesión del debate sobre el Estado de la cosa, tocaba turno de aplauso para lucimiento de palmeros gubernamentales. La tradición parlamentaria demuestra que las intervenciones de apoyo van de lo reverencial a lo baboso, y que esa regla no cambia sea el gobierno de izquierdas, de derechas o mediopensionista, pero tiene sus excepciones: una de ellas es cuando se produce contradicción entre la política del partido mayoritario en el Gobierno y la de las fuerzas minoritarias. En los últimos años, desde que el bipartidismo se fue a freír morcillas, son frecuentes las intervenciones en las que partidos que apoyan al Gobierno hacen equilibrios en la cuerda floja, criticando decisiones del Gobierno del que forman parte (o de otros gobiernos del mismo signo, en España hay hasta 18 gobiernos donde elegir) con las que no están de acuerdo. Por eso, ayer se esperaba una rociada a Torres en el turno de aplauso, que no llegó a producirse.

Tanto Nueva Canarias como Podemos prefirieron obviar cualquier vínculo vicario de Torres con el asunto del Sahara y señalar en otros la responsabilidad de la nueva doctrina sanchista en relación al conflicto del Sahara Occidental, antes Español y hoy –ilegalmente- marroquí. Tanto el portavoz de Podemos, Manuel Marrero, como el de Nueva Canarias, Luis Campos, optaron por la fórmula de señalar únicamente al malvado exterior: acusaron al unísono a Sánchez de traición al pueblo del Sahara y al rey Mohamed VI de ser responsable de haber torcido el brazo a la neutralidad española y haberse salido con la suya. En condiciones distintas –si Nueva Canarias y Podemos no formaran parte del Gobierno- probablemente el discurso habría subido en decibelios y tono, y Torres no se habría librado de una aguerrida acusación de encubrimiento y corresponsabilidad. Por suerte para Torres, la lógica del poder (de seguir aferrado a él) proyectó la crítica en dirección a su jefe de filas, Pedro Sánchez, y al ‘sátrapa marroquí’, que Luis Campos, en un ejercicio de imaginación, comparó nada menos que con el también ‘sátrapa Putin’.

Recoge la RAE dos acepciones para el término sátrapa, una histórica, que se refiere al título de los gobernadores provinciales de los dominios de la antigua Persia, y otra –coloquialmente derivada de la primera- que identifica como sátrapa a alguien «que gobierna despótica y arbitrariamente y hace ostentación de su poder». Con esa definición, podría asegurarse que vivimos hoy un tiempo de sátrapas y satrapías, de Putin e hijos de Putin: nadie que hoy mande en un partido o se encarame a su portavocía, desencaja mucho con esas descripciones.

En fin, que del discurso del profesor Marrero me quedo con la certeza de que él -al menos- cree a pies juntillas casi todo lo que dice, aunque asuma con disciplina militante que a veces toca hacer algún trabajillo indeseable o tragar sapos. Se le nota indigesto por tanto batracio, y en ocasiones parece perdido: es un tipo machadianamente bueno, en un tiempo de políticas miserables. El caso de Luis Campos es distinto: contable de profesión, concejal de Santa Lucía durante doce años y militante de izquierda «desde chiquitito», ayer dedicó casi un tercio de su intervención a la guerra de Ucrania, la situación en el Sahara y los sátrapas Putin y Mohamed, ambos al mismo nivel…

Es notable la obsesión de los de Nueva Canarias con la vecina monarquía alauita, pero tiene su explicación: cuando Román era aún de Coalición y estaba ya por dejar la Presidencia, ideó un ambicioso viaje de Estado a Marruecos, el primero de un presidente canario, para estrechar lazos con el país vecino, reunirse con hasta seis ministros y tener un encuentro con el rey. El viaje fue un fracaso: el elenco de encuentros ministeriales se redujo a una recepción protocolaria y Mohamed VI no apareció por ningún lado, de hecho, pasarían años antes de que recibiera a Adán Martín. Y es que nuestros vecinos son muy suyos: oficiosamente, el ministerio marroquí de Interior recordó las declaraciones de Carmelo Ramírez, acusando personalmente a Mohamed VI de genocidio, y las de Marcial Morales, consejero de Empleo de Román, pidiendo a la UE impedir a Marruecos ser «cómplice de la muerte de los inmigrantes» y denunciando a la satrapía alauita por complicidad con las mafias del tráfico.

Pues eso, suma y sigue: buena vecindad, se llama la figura.

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