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Limón & vinagre

Llega Biden a la carrera

Lo de las carreritas me tenía intrigado. Que cada vez que aparecía en un acto de campaña electoral, Joe Biden llegara al trote, tal vez fuera para ofrecer sensación de juventud, pero más de uno pensaría lo contrario: que venía corriendo porque todos los actos le pillaban en el baño por culpa de la próstata. Con su dentadura artificialmente blanca sucedía algo parecido y en lugar de dotarle de aspecto juvenil, lo convertía en protagonista de un spot de Corega. Entre unas cosas y otras, el mundo se dividía entre quienes creían que Biden tenía noventa y cinco años y quienes juraban que no podía tener más de veinte, dos posturas irreconciliables, dos bandos destinados a enfrentarse un día. Sea como fuere, fue salir elegido y dejar de correr, por tanto, o bien subsanó sus problemas de incontinencia o ya no le hacía falta demostrar que podía correr los siete metros lisos sin tropezar, incluso sin desfallecer, lo cual nos ha hurtado verle al trote por las cancillerías mundiales.

Cuando más a punto estuvo de recordar sus días de corredor en campaña, fue cuando fue abordado por Pedro Sánchez en los pasillos de no recuerdo qué cumbre. El presidente de los EEUU, con expresión de pánico, ni siquiera volvió la vista hacia aquel desconocido que le hablaba en un idioma ignoto y atinó solamente a acelerar levemente el paso, sin duda había gastado todas sus energías de corredor durante la campaña electoral. Sánchez, lejos de rendirse, lo persiguió hasta donde pudo, pero no consiguió siquiera una mirada de reojo. Fueron los diez segundos más importantes de la diplomacia española en los últimos años, y a la vez los diez segundos de mayor terror de Joe Biden en toda su vida. Resuenan todavía en sus oídos las palabras de aquel personaje anónimo al que –un señor como Biden sabe reconocer esos detalles– tan bien le sentaba el traje.

–Me, Pedro. You, Joe.

No empezó bien su mandato. Al día siguiente de salir elegido, millones de personas de todo el mundo se alegraban. No por su triunfo, sino porque ya estaba mayorcito y la vicepresidenta era una mujer, con lo que, con un poco de suerte, no llegaría al final del mandato y por primera vez habría una fémina al mando del país más poderoso de la tierra. Así de macabro lo expresaban por las redes. Por si fueran pocas alegrías la avanzada edad del presidente electo y el sexo de la vicepresidenta, aseguraban que esta era negra. Recalco el «aseguraban», porque después de tres días de playa he visto suecos más oscuros que Kamala Harris, aunque no seré yo quien le niegue la negritud a nadie, en tiempos de género fluido también ha de poder serlo la raza.

Su primer conflicto serio no podía ser en otro lugar que en Ucrania, no por nada su querido hijo fue nombrado directivo de una empresa energética de aquel país mientras él ejercía de vicepresidente. Biden JR se embolsaba 50.000 dólares mensuales, y –según se ha sabido gracias a ciertos correos electrónicos– en gran parte gracias a quien este llamaba the big guy (el tipo importante), que le abría puertas y que no era otro que papá, el mismo que ahora dirige el país y apoya a Ucrania. Dicho quede lo anterior a modo de anécdota insignificante, que uno es catalán y desde Jordi Pujol está más que acostumbrado a niños que se aprovechan del poder de papá. Por más que los americanos se crean el ombligo del mundo, eso es tan catalán como el pa amb tomàquet.

En la última videoconferencia que Biden ha mantenido con otros líderes mundiales para tratar el conflicto de Ucrania, no han participado ni su hijo ni Pedro Sánchez, sin que se sepa cuál de los dos insistió más para estar presente. Todas las llamadas en ese sentido han sido en vano, con Biden llegando a ocultar su propia identidad.

- ¿Yes?

-Me, Pedro. You, Joe?

-Errr... Sorry, yo ser señora de limpieza. Biden, vacaciones. Playa. Fiesta. Nunca regresar.

Está previsto que Biden, el tipo importante, tome parte hoy en la cumbre de la OTAN que se celebra en Bruselas. En previsión de una probable presencia en la misma del presidente español, lleva días entrenando de nuevo los siete metros lisos, no le va a ser tan fácil a Pedro Sánchez repetir la encerrona.

-Me, Pedro. You…, ¡Joe! ¡Joe! ¡Espera! ¿Adónde vas?

La cumbre será una buena ocasión para ver si el mundo está en buenas manos. Habrá que estar atento a cualquier gesto de Biden, pero más aún a la ausencia de gestos. Hay un cuento de Roberto Fontanarrosa en que la prensa elogia la firmeza y entereza de un líder mundial, sin un solo pestañeo que comunicase ninguna de sus emociones, una frialdad tal que le convertía en el hombre indicado para manejar el difícil momento mundial. Ni siquiera ocho horas viendo el desfile de tropas consiguieron hacerle flaquear. El líder llevaba dos semanas disecado.

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