Qué duda cabe que las experiencias y anécdotas que un cirujano vive a lo largo de sus años de profesión con los pacientes son de lo más variopintas, llegando en muchos casos a establecerse un alto grado de confianza y complicidad con ellos.
Siempre recuerdo con simpatía a un paciente muy dicharachero y optimista que en una ocasión en que pasaba sala en el Hospital de la Candelaria acompañado de alumnos de Medicina, a estos y al paciente les expliqué la técnica de la intervención prevista para él. Se trataba de una hernia inguinal enorme que contenía en su interior parte del intestino, tanto que al ponerse de pie le llegaba a la mitad del muslo. En aquella época, ya hace años, en esos casos se le advertía al paciente la posibilidad de la extirpación del testículo correspondiente, lo que, por supuesto, siempre se evitaba si no era estrictamente imprescindible. Cuando le comenté esa posibilidad dio un salto de la cama y me pidió hablar a solas.
–Doctor, si usted me hace eso me va a desgraciar– me dijo, muy alterado.
–Bueno, bueno, no se preocupe, que seguramente no hará falta.
–Es que si es así me rompe la vida. Me quedé viudo y ahora estoy con una maravilla de mujer, y claro, si me quita el testículo y me deja impotente, luego, ¿qué hago?
–Tranquilo, tranquilo, que por eso no se queda impotente. Pero dígame, usted ya tiene 79 años, ¿sigue funcionando bien?
–Bien no, requetebién, vaya si funciono, del diez.
La intervención fue exitosa, y el paciente, cuando vino a revisión, muy orgulloso, me presentó a su mujer, y durante algunos años me visitaban celebrando lo bien que les iba como pareja. Un caso claro de ilusión por el sexo y sus beneficios en una pareja de edad avanzada, aunque las enfermedades puedan dificultarlo, pues en el hombre se producen cambios estructurales del pene debido a una reducción de las fibras elásticas, del colágeno y de los músculos lisos, así como tras la cirugía de la próstata.
A pesar de eso, aunque con la edad va disminuyendo la frecuencia de las relaciones sexuales, éstas siguen desempeñando un papel importante en la vida de las personas mayores, el deseo de la intimidad se mantiene, y no se trata solo del acto sexual en sí, sino también de satisfacer la necesidad de cariño, caricias y contacto, tal como se puede ver en diversos trabajos de investigación que cita el doctor Thomas Kron en un artículo publicado en Univadis Alemania, de la Red Profesional de Medscape.
En las mujeres, la menopausia se acompaña de cambios físicos que pueden deteriorar su salud sexual, reduciéndose los niveles de estrógenos, lo que ocasiona sequedad vaginal, siendo otras posibles causas de disfunción la debilidad del suelo pélvico, la incontinencia urinaria, los cistoceles, los rectoceles y el prolapso vaginal o uterino, entre otras.
Tanto en hombres como en mujeres, las enfermedades sistémicas pueden afectar al funcionamiento sexual, como diabetes, hipertensión, enfermedades cardiacas y pulmonares, el dolor crónico y los procesos neurológicos. Los antidepresivos y neurolépticos pueden disminuir el apetito sexual.
Pero hay quien considera que el sexo en esta etapa de la vida es mejor que nunca porque es más relajado que a los 20 y 30 años, en que se tienen más responsabilidades y poco tiempo, aunque los mayores no suelen hablar de su sexualidad porque se les sugiere, erróneamente, que ya no desempeñan un papel en sus vidas, y solo un pequeño porcentaje de pacientes sacan el tema de su sexualidad en la consulta del médico, y entonces conversan y plantean soluciones para su salud sexual.
Un problema especialmente grave se produce cuando se vive en residencias donde hay considerables restricciones y el contacto físico entre residentes suele limitarse a la higiene personal y la alimentación, estando privados de intimidad, y, en consecuencia, de sexualidad. Incluso las parejas que se mudan juntas a esos centros suelen estar separadas espacialmente sin que se tenga en cuenta la pérdida del contacto físico, por lo que habría que profundizar más en esas instituciones en la sexualidad de las personas mayores.