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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Democracia y apocalipsis

En el último pleno del Parlamento de Canarias, mientras caían proposiciones no de ley como lágrimas bajo una lluvia de bostezos, un compañero me comentaba que la invasión rusa de Ucrania no duraría mucho, mostrando sobre todo una confianza impepinable en que Vladimir Putin no pulsaría el botón nuclear. «Vamos hombre», sonrió, «nadie en sus cabales haría tal cosa». El compañero se marchó a gestiones más serias y quedé solitario y fatal en la tribuna de prensa. ¿No estar loco es una garantía para no cometer locuras? ¿Desde cuándo han sido fiables los seres humanos? Bertrand Russell, quien fue encarcelado por última vez en 1961, a los 89 años, por participar en una manifestación pacifista no autorizada, identificaba democratización política con la aminoración del riesgo de un apocalipsis nuclear: no es aconsejable, ni deseable, ni tolerable, que un único hombre estuviera en disposición de poner en marcha la maquinaria infernal que precipitaría cientos de millones de muertes y el fin de la civilización. Incluso en los regímenes de democracia representativa el poder ejecutivo ha solido zafarse de pedir permiso parlamentario para iniciar una guerra. Franklin Delano Roosevelt requirió a Congreso autorización para declarar la guerra a Japón; nada parecido ocurrió con ocasión de los conflictos en Corea o Vietnam, por no hablar de las numerosas invasiones y ataques militares en Latinoamérica y África.

Me alongué sobre el pleno moribundo. Ese diputado de la oposición, por ejemplo, que se atusa el poco pelo que le queda en el cogote, ¿no pulsaría un botón nuclear? Después de debatirlo conmigo mismo un par de minutos, debí reconocer que sí. Y no haría falta una invasión militar, bastaría con una crítica literaria de José María Guelbenzu. ¿Y esa dama tan espléndidamente almidonada que es también alcaldesa? Me temo que su prudencia sería meramente técnica. Si pudiera bombardear a los votantes de sus adversarios políticos lo haría con una de sus sonrisas de escualo solidario. Identifico a otro que prefería una guerra nuclear que bajar los impuestos. Sinceramente de esos hay varios, incluida la mayoría de Podemos, para los que más vale un infarto económico con impuestos que una bajada de impuestos sin honra progresista. Imagino que a estas alturas ya sabrá todo el mundo que Podemos, precisamente, impidió la unanimidad que exige una declaración institucional del Parlamento canario para condenar la invasión de Ucrania que está perpetrando Rusia. Me dicen que porque mencionaba a la OTAN o porque no la mencionaba: no lo sé bien. Pero es perfectamente coherente con su prepotente ignorancia, con su estupidez política y su babeante infantilismo ideológico. Es una gente que me produce respeto. El mismo respeto que se siente cuando llegas a tu casa a medianoche y te tropiezas con un individuo patibulario que no te quita la mirada de encima. El otro día me tropecé con un alto cargo (una carga muy alta) de Podemos en el avión. Le acompañaba un individuo ligeramente desarrapado que me miró con desafiante irritación durante todo el rato. Incluso cuando subieron al coche oficial que esperaba a su excelentísima me observó con ira justiciera desde la ventanilla del vehículo. Precisamente ocurre eso: están chiflados. Desconocen, exactamente igual que muchos otros, que Canarias es un espacio público compartido y que ninguna participación en ese espacio es una usurpación del mismo. Desconocen que esas miraditas obsesivas y supuestamente fulminantes son, simplemente, groserías. Sí, creo que mi estimado compañero se equivocaba, y que con o sin declaraciones institucional, muchas de sus señorías cenarías con el doctor Strangelove y aprenderían a amar la bomba. Tal vez lord Russell era un anciano tan sabio y valeroso como inocente. Tal vez para evitar el holocausto no baste ya (solamente) la democracia.

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