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Jorge Bethencourt

Manual de objeciones

Jorge Bethencourt

El conejo mecánico

Las cosas están así. El precio de la energía se ha disparado y los sobrecostos de la producción empiezan a repercutirse por la cadena de comercialización hasta llegar a su ultimo eslabón: el consumidor. Los precios de los bienes y servicios tienden a una subida imparable.

Todo esto produce una inquietante dinámica. Como los galgos que ven salir a la liebre mecánica, todo el mundo quiere recortar la distancia entre su salario y la inflación. Ya se ha puesto a casi ocho puntos y los jubilados quieren que les suban los tristes dos puntos y un medio que les actualizaron en enero, porque han perdido capacidad adquisitiva. Es exactamente lo mismo que quieren los funcionarios públicos, que ven cómo sus nóminas se descuelgan del costo de la vida. Y lo que desean fervientemente los trabajadores españoles, que van a apretar a sus sindicatos para que negocien subidas salariales acordes con el alza de los precios.

Pero cuanto más corran los galgos, más correrá el conejo de pega. La idea de alcanzarlo es solo una ilusión. Si los salarios suben, las empresas productoras, distribuidoras y comercializadoras, trasladarán esos costos a sus productos y servicios, que volverán a subir de precio. Cada intento que hagamos para compensar los perversos efectos de la inflación será como un chute de anabolizantes en los músculos inflacionarios. Al final, como un hamster en la rueda, estaremos dando vueltas y vueltas sin movernos del sitio.

La inflación que padecemos ahora está fuertemente impulsada por los precios de las fuentes energéticas y su incidencia en la producción industrial y el transporte. Pero su desencadenante principal es la política de liquidez infinita que ha llevado a cabo el Banco Central Europeo: la compra de deuda de los países europeos, la bajada de los tipos de interés del dinero y los billones de euros dedicados a salvarnos el trasero. La cantidad de circulante se ha disparado vertiginosamente en los últimos años y la abundancia de dinero ha generado más demanda a una oferta que estaba en plena crisis: otro estímulo para que subieran los precios.

Para detener la espiral inflacionaria, según la doctrina ortodoxa, entre otras medidas, hay que subir los tipos de interés, para inducir una disminución del dinero en circulación y reducir el consumo, para que los precios bajen por falta de demanda. Pero eso, amigos de Barrio Sésamo, nos llevaría a una crisis peluda. Y algunas fruslerías menores, como destrucción de puestos de trabajo y cierre de algunas empresas más de las que ya han palmado.

Vienen malos tiempos. Pero serán peores cuando empecemos a pagar el despendole que hemos vivido estos dos últimos años, imprimiendo billetes de euro como locos. Los gobiernos tendrían que empezar a frenar ya. Disminuir los gastos públicos no esenciales (sesenta mil millones de gasto ineficiente en España, según el IEE) y aliviar la presión fiscal sobre la gente. Pero esperen sentados. Antes les crecerán frondosas melenas a las ranas.

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